domingo, 31 de mayo de 2015

Huracán

Esa luz neón que atravesaba mi pecho, y que tú ni siquiera prestabas atención, porque decías que eran cosas que para el resto pasaban desapercibidas, y que ya no te importaban tanto. Pero bien dicen que, el mundo gira bien cuando tienes a alguien a quien amar, puesto que se hizo para dos. Y que los solitarios, por muy jodidos y desalentados que estén, algún día le encontrarán el sentido al eje de su mundo

Las personas no provocan las circunstancias, son las circunstancias las que hacen piedra a las personas. Que nunca se te olvide alzar tu bandera a la décima altura de ese infinito que quieres alcanzar, que el cielo sea la vía por la que lanzarte a bucear en el universo para tratar de encontrarle un sentido al desastre, dicen que todo se ve bonito desde las alturas, tú luego me contarás, mientras tanto me conformo con ver esas constelaciones que tienes como lunares, ¿quién querría ir al universo sabiendo que existe tu espalda que es, sin ir más lejos, la constelación más preciosa que nunca nadie podrá regalarle a un niño? El cuento que le hará llorar antes de dormir mientras su padre cierra el libro y le da un beso en la frente. La lámpara que le salvará de muchas noches de naufragios. La risa en el lugar menos indicado. La canción que sonará de fondo mientras todo se resuma en alguien, en su primer amor de verano y en su primera vez.

Ojalá nunca se te acabe toda esa magia que llevas debajo de las pestañas y que hace volverse loca a cualquier águila desprevenida. Pero qué avenida la de tus ojos.

Nunca has sabido llorar a escondidas, en el primer abrazo te desmoronas, te caes a pedazos y necesitas que con la ayuda de alguien ordenar tus prioridades, mientras tú lo dabas todo y a por todas, ellos no dieron nada a cambio. A la primera señal de un derrumbe, ahí estás tú, esperando las rocas de la montaña. O el hundimiento. O la maldita crisis por la que pasan tus sentimientos, echas de menos sentir, que alguien te acelere el corazón, que te erice la piel, que sea el huracán que desordene cada una de tus corduras. 

Mi chica huracán, tú, sin saberlo, ya habías sido un fenómeno en otras vidas. Ya habías desordenado otras bocas. Ya habías sido un clima intenso con vientos violentos que arrancaron desde la raíz el dolor ajeno.

Pero que nunca se te olvide cómo eras tú antes de ser de todos.
Que nunca se te olviden las sonrisas antes de que se convirtieran en vorágines.
Que nunca se te olvide cada una de las ganas de comerte el mundo antes de ser ganas de borrarlo todo.
Que nunca se te olvide mirar hacia dentro, y verificar que las visitas anteriores dejaron huella.
Que nunca se te olviden las veces en que te levantaste cuando las probabilidades de que te levantaras era mínimas.
Que nunca se te olvide recordarte.


Emocionalmente agotada, 
pero con unas ganas tremendas de que vengas tú 
a sacarla a bailar en el desastre, 
a plena luz del día o a medianoche. 
Lo que quiere es confesarse humana 
pisándole los pies al mundo 
mientras la música no deja de reproducirse 
en un caja de una bailarina que nunca supo bailar, 
sólo girar, girar, vomitar y marearse.  

Esta es la historia de la chica que siendo princesa pensó que no merecía ningún trono, ningún reino.
Pero,
en realidad,
ELLA 
LO ES TODO.

miércoles, 27 de mayo de 2015

Cremallera

Olvidé que para quererte 
primero tenía que hacerlo bien. 
Y no irme a por todas, 
porque dolió.

Me acuerdo de lo bonito que era verte dormida después de haber tenido una noche de recuerdos. Y llanto. Y muchas lágrimas sobre la almohada. Porque el amor es una ecuación que al final termina saliendo mal en la comprobación. Porque bien dicen que "amores que matan, nunca mueren", porque siempre se recuerda el dónde, el cuándo y el cómo del crimen. Y cómo no, también el quién y a quién. Porque tú no eliges la bala que te va a matar, pero sí quien la dispara.

Debí haber puesto en orden mis sentimientos, para así evitar el colapso. Y, sin ir más lejos, la herida. 

Las personas que siempre se recuerdan, son las mismas que una noche, entre copa y copa, nos convierten en olvido. A ver quién de los dos acaba perdiendo. Y quien habla de perder, habla de recuerdo. Porque estamos entre la espada y la pared.

Este dolor de cabeza es producido por mi interés excesivo de pensar(te).

El secreto no está en siempre recordar, sino en recordar con la libertad de olvidar, pero a algunos no se nos fueron dotadas nuestras capacidades para hacerlo -como a otros-. Tenemos que soportar vernos tristes al recordarnos felices. Y yo, ahora mismo, soy un reflejo de todo lo que un día me quemó.

Y a mí el único frío que se me hace insoportable, es de las ausencias. El tuyo, sin decir más. Mis labios se resecan a la primera imagen de los tuyos. Ir marcando con equis siempre que leo algún párrafo de un libro de amor adolescente, para darme cuenta de lo que nos faltó. Pero no todo está escrito en libros, las mejores aventuras son las que nunca nadie llegará a leer. Ni a saber. Porque lo mejor está envuelto en secreto, y es el regalo del que tanto miedo nos da romper la envoltura. 

Tuvimos miedo de perdernos, 
y mira la ironía que somos:
ahora ya no queremos encontrarnos.
Le pusimos una cremallera a la vida 
que siempre está cerrada.

domingo, 24 de mayo de 2015

Esta vez fui yo

Sería injusto escribir que fuiste tú quien se fue al final,
porque no fue así,
fui yo quien dejó tirada toda la ropa un domingo cualquiera,
las sábanas frías
y las maletas hechas,
mientras te descosía cada puntada que le di a tu corazón roto
cuando apenas llegaba tocando la puerta -como un principiante-.
Hay abrazos donde se escucha un derrumbe,
y así sonó la primera vez que te abracé,
pude sentir cuán destrozada estabas.
Y me dijiste que fue porque te miraste por dentro
y no supiste soportar todo ese dolor.

Siempre le escribo a quien se fue,
a veces soy demasiado cobarde para aceptar que
yo también he sido quien ha dejado todo en el suelo:
los sentimientos,
las ilusiones,
los planes del otro.
Juro nunca quise borrarte la sonrisa,
es muy bonita, te lo dije no sé cuántas veces.
Y tú nunca me creíste.

No quería que se escuchara el portazo,
por eso decidí irme sin hacer ruido,
pero ahora entiendo que eso se escuchó peor aún.

Yo también he sido el hijo de puta más grande en la vida de alguien. 
Yo le fallé a una chica que lo dio todo por verme feliz, 
que se falló a sí misma para no fallarme a mí. 

Pero he de decir que fui aquel que mientras se iba
volteó a ver segundos antes de que el telón se cerrara,
antes de que la página me cortara,
antes de que todo fuese destrucción y tinieblas.

Hoy ando cuesta abajo,
entristeciendo a los pájaros en el parque
contándoles nuestra historia
y entonces me reprochan.
La gente dice que estoy loco al hablarles de ti
y es la misma que me dice que te deje cicatrizar,
lo que no saben es que esta vez fui yo quien dejó la herida.

Tú no vales un millón,
tú vales los sueños de un soñador,
las ganas de un emprendedor,
las caricias de una madre.

Todavía tengo rastros de aquellas noches de fogata
frente al mar
y trataba de diferenciar el sonido de tu risa
con el de la brisa.
Nos mirábamos sin decir una palabra
y la luna soñaba con un eclipse:
el de dos que se miran en silencio
mientras se burlan de la vida.

Esta vez fui yo quien se marchó.
Siento mucho haberte causado un dolor imperial. 

jueves, 21 de mayo de 2015

La chica X

La chica de las cuerdas flojas.
Y de la vida, también.
Lo que ella quería era a un chico 
que le escuchase de la misma forma
en que escucha su canción favorita.
Es triste, deprimente y corta-venas,
pero es un puente precioso para cualquier suicida.
Quería que la mirase como quien mira las estrellas
cuando ha perdido la fe en todo,
hasta en sí misma.
Que creyera en ella como lo hace la magia
con las estrellas fugaces. 

Siempre fue un cero a la izquierda,
pero quería que alguien la pusiese
como
la número
uno
en su vida,
en sus insomnios,
en sus mejores planes,
en sus peores pesadillas
y en sus más oscuras fantasías.
También buscaba que la sacaran de sus casillas
y que la pusiesen en las suyas.

Odiaba la soledad, 
pero amaba estar sola. 
Se contradecía siempre,
amaba lo que odiaba
y odiaba lo que amaba. 
Complicada, pero preciosa. 

Soñaba con ir a Francia,
con una cena en una habitación con vista a la Torre Eiffel,
con un paseo en Venecia,
con nadar en California Beach, 
con una noche desenfrenada en Las Vegas,
con un atardecer en el rascacielos más alto de Manhattan
y Los Ángeles soñaba con que pisase suelo americano

algún día.

Cómo dejar de escribir sobre ella,
si tiene unas ojeras preciosas.
Las más preciosas de la ciudad
y hay muchas chicas por acá, 
pero ninguna como ella.
Tendrías que verla
para dejar de pensar en la perfección
y concentrarte en el punto infinito
que es quererla.

Rompe las rutinas 
y el vidrio de las ventanas
y baila sobre ellos.
Y le sangran los pies
y ella ríe fuerte
tanto que rompe tímpanos.

Por la que estuve ciego
y cuando abrí los ojos
la primera luz que miré
fue
su sonrisa.

martes, 19 de mayo de 2015

Isla

Ven y enseñame a vivir de una puta vez.
Que estoy cansado de las mismas canciones,
de las mismas películas
e incluso de los mismos libros.
Todo me parece monótono,
todo, excepto tú,
que trajiste un lugar para aventurarse
en las noches de verano,
en la última para ser exactos
que es donde vienen las despedidas.

Yo no quise ponerte un nombre,
ni siquiera te lo pregunté,
porque una vez que le pones uno:
lo encarcelas.
Y yo siempre quise verte volar
y que emprendieras vuelo conmigo
y que no me soltaras a la décima altura,
porque si algo sé:
es que las caídas que más duelen
son esas cuando alguien te suelta la mano
y no tienes rama para agarrar.

Cada mañana te despertaba con un beso
y tus ojos a plena mañana eran el amanecer
por el que toda Madrid
hubiese matado por ver.

Me gustas porque ríes, 
aunque eso implique que
con la fuerza
sangres desde las grietas.
También me gusta cuando lloras,
porque ahí veo cuán humana eres.

Y a ti que tanto te gusta el mar,
me decías que yo era una isla
que nunca nadie ha pisado.
Y sin saberlo, tú ya lo habías hecho,
entonces comprendí que
no necesariamente tienes que ser lugar
para
ser
pisado.

viernes, 15 de mayo de 2015

Invierno-verano

Era un día soleado. ¡Cómo olvidarlo! 
El viento soplaba fuerte hacia el norte y los pétalos de las rosas caían, parecía otoño porque todo estaba tirado, pero no lo era. Aún no llegaba, faltaba mucho para que las hojas se suicidaran de los árboles. Caminé por un largo rato, hasta que llegué a la estación. Pasó desapercibida ante mis ojos como puede pasar desapercibida la oportunidad de su vida para aquel que se ha dado por vencido. Pero yo aún no me daba por vencido. Sabía, muy en el fondo, que lo que buscas puede estar frente a ti y no darte cuenta nunca de ello. Y morirte ahí, en esos grados bajo cero que suele dar la derrota. Qué gilipollas somos ante ciertos momentos. Yo, quizás soy la persona más gilipollas del mundo, porque no me di cuenta de su sonrisa sino a la tercera caída, donde su brazo intentó sacarme de aquel agujero, en el que pasé una gran temporada de mi vida dentro, porque no supe salir a tiempo, y si salía: ya era demasiado tarde, ya todo se había desvanecido. Todo era desierto, y sediento tuve que beberme mis propias lágrimas. Y todo lo que eso duele: callarte esa mierda otra vez.
Y no había para dónde tirar sino volviendo nuevamente a ese vacío, donde me acobijé con lo único que me mantenía de pie: algunos de los pocos recuerdos que aún me quedaban, pero con el tiempo, ellos también van perdiendo sus colores, y todo se vuelve opaco, excepto lo que llevas dentro: ahí, donde casi siempre hay invierno, donde en más de alguna ocasión haz terminado ahogado en ti mismo, y no hay para dónde tirar piedras, porque todo está roto.

Y entonces me dijo:

"Aprende a rimar toda esa tristeza con un poco de ello, y verás que los recuerdos vienen siendo lo que el sol a la tierra". Y me abrazó, chicos: me abrazó. Y en lo único que pensaba era en que ojalá algunos instantes se congelasen en el tiempo, para así volver a sentir de nueva cuenta ese calor de una persona que siempre es verano. Y ella me dijo que le gustaba el invierno. 

Y ya sabrán lo que sucedió.

martes, 12 de mayo de 2015

El último golpe

El mundo sigue a pesar de todo.

Y eso, él lo sabía.

Sabía que incluso estando triste, 
alguien está tratando de hacer reír a otro.
Sabía que donde hace invierno 
pronto estará la primavera con todos sus colores.
Que esto es un círculo
donde se tropieza con la misma piedra
que te hirió desde el principio
y que te hizo caer al abismo.
Pero no es que él se haya enamorado de ella,
simplemente le gustó su forma de doler,
ese golpe de suerte que de pronto iluminó su calendario.
Ese último golpe que lo convirtió en metal.
Y sus risas parecían no tener tanta prisa para detenerse
y quedarse como un recuerdo más en el cuadro de la sala
de una casa que nunca ha sido hogar.

Donde no hay esperanzas de vida, 
una flor nace en campo de guerra. 

Que hay gente que se hunde en su propia mierda 
cuando intentan hundir a alguien más. 
Y enhorabuena que existe el karma.

El mundo sigue a pesar de ti y de mí. 
Deja a su paso cosas rotas, 
corazones rotos, 
mentes rotas, 
y sentimientos descompuestos. 

Él no sabía nada de la vida, 
incluso, no sabía nada de sí mismo, 
tenía miedo de buscarle alguien al quién soy 
y terminar odiando un poquito esa maldita rutina 
que implica verse reflejado en otros infiernos 
que arden con música de fondo 
y todo parece bailar bien.

Ojalá alguien lo llevase a la pista de baile
a sacar sus mejores pasos.

domingo, 10 de mayo de 2015

Girl from the North City

Era la chica que bailaba sin tener música de fondo,
la que hacía reír sin abrir la boca,
la que se desnudaba y olía a rosas,
la que tenía unas cuantas ojeras que le adornaban los ojos
cuando tuvo noches que le calaron la vida.

La que trasnochaba escuchando canciones de auto-motivación
y la que desayunaba a las 12p.m.

La que perdía el norte
para encontrarse a sí misma,
y cuando se enojaba,
se callaba.

Cristal para unos, 
piedra para otros. 
Hielo para unos, 
fuego para otros. 

Recuérdame cuando el sol se haya apagado,
cuando el valle en el que te encuentres 
no hable de otra cosa que no sea soledad. 
Cuando veas pasar frente a tus ojos 
lo efímero de una estrella fugaz 
y se te haya terminado tu segundo para pedir un deseo.

No esperaba nada de nadie,
tenía los suficientes cojones
como para hacer lo imposible
y tocar el infinito.

"Voy a hacerme feliz
y quiero joderme la vida contigo", alzaba su bandera.

Me clavaba las uñas en la espalda
a mitad de un orgasmo,
a mitad de la cama.
Dudo tanto que lo hizo tan profundo,
que me rasguñó la vida.

¿Quién querría olvidarse de ella?
Si era la chica por la que te arrojarías al mar lleno de pirañas,
por la que te lanzarías desde el cielo sin paracaídas,
y por la que no te importaría, en lo absoluto, vivir en el desastre.

Qué desastre más bonito era verla sonreír estando triste,
sacarle esas chispas de felicidad que guardaba dentro
y cuando reía se escuchaban los fuegos artificiales del 4 de Julio
en toda América.

Las mariposas volaban por su pelo
para hacerla reír,
para que la primavera brotara en ella,
y no la abrigara tanto el frío invierno. 

A veces tenía la mirada fría,
pero el corazón a punto de estallar.
Se quedaba quieta,
y siendo bala
esperaba que alguien la disparase al cielo
y a ver en qué dirección caía.
Porque estaba perdida,
ninguna brújula le señala el norte.

Era la chica que guardaba
el sexo, el rock 'n' roll y las drogas
bajo la falda
y tenía un incendio en la mirada.

miércoles, 6 de mayo de 2015

Algo para dos

Pues sí, chicos. A veces me pasa. 

Pasa que me encierro tanto en mí que, quien toca varias veces la puerta, tiene que marcharse sin respuesta alguna. Como si no hubiese ningún inquilino, como si no estuviese alquilando habitación para dos, porque a veces me queda demasiada grande la soledad, y tengo que hablarle a las paredes, tengo que comer en una mesa que representa el vacío intermitente que provoca mi manera de aferrarme a las cosas. Tengo que reírme con las comedias americanas, y así intentar disimular un poquito mi tristeza. A veces trato la manera de engañarme a mí mismo, diciendo que las personas a las que he querido no están porque así es esto: un día estás, al otro, ya no. Y no es que sea tu culpa, si no más bien: uno tiene que andar en otros vagones de la vida: acompañando a otras personas, viendo amanecer en otros ojos y escuchando el rechinido que provoca la felicidad cuando entra por donde menos lo pensamos. 

Daño, joder. Tengo en las manos la destrucción del que teme ser amando en el corazón incorrecto, soy ese pequeño miedo que esconden los enamorados por si alguno de los dos decide tirar la toalla primero.

Pero ya está. No todo en la vida tiene que ser de colores, yo ya me he acomodado en los opacos, en los grises. Me encanta el sonido de la lluvia cuando cae sobre el asfalto, las risas de los niños que salen a jugar a la calle y me veo reflejado en ellos, donde años atrás, todo se resumía en ver y sentir la lluvia en mi piel, que en ese entonces aún me calaba. En sentir cómo besa el cielo a los que no les ha ido muy bien en el camino, a los que ya no lloran porque han olvidado cómo dejar de sonreír, a los que el resto los ha tirado muchas veces y han sido víctimas de un acoso que parece no cesar.

No soy tanto de decirle a la gente que se quede, soy más de abrazar mientras está: porque sé que las palabras se convierten en un cúmulo de basura, mientras que las pequeñas cosas se tatúan en la piel, desde dentro. Que ni siquiera la tormenta más fuerte puede borrar.

Ahora entiendo aquello de que cuando uno está solo comienza a valorar las cosas que uno tuvo tan cerca, que se podía escuchar cómo el corazón bombeaba sangre, cómo los pulmones escogían qué suspiro regalar al mundo. O a una sola persona. Qué bonito es recordar cuando uno fue feliz, los lugares donde uno amó la vida y las personas con quien compartimos risa, pero también es jodidamente doloroso entender que los momentos y las personas son como las estrellas fugaces: que pasan una sola vez rozando el infinito. Y luego tienes que soportar por el resto de tus días la amargura de caminar en la dirección donde soñaste algo para dos.

lunes, 4 de mayo de 2015

Llamas

Ahí estaba, solo, frío de cuerpo entero, pero, de pronto, una cálida brisa me abrigó. Y me eché a llorar en pleno diciembre. Las hojas caían y olía a "te echo de menos". Veía cómo el tiempo pasaba y con él se iba quedando atrás lo que un día soñé, esa isla desierta de la que tanto habíamos hablado, que incluso teníamos un mapa donde los piratas escarbasen tu sonrisa, y que se iluminaran en las noches de naufragio. Que fueses un poquito sol por las frías madrugadas de septiembre. 

Yo deseé muchas cosas mientras te tenía aquí, por ejemplo, quise que tu risa fuese mi alarma de despertador todas las mañanas. Si te confieso algo, yo, más que desear que durmieses conmigo, soñaba que amanecieses a mi lado. Y ver que, después de muchas noches duras, aún quedan amaneceres para los solitarios. Que se nos hiciese tarde para llegar a cualquier lado por quedarnos un poquito cerca uno del otro. Que los trenes no pasasen sino haciendo ruido como despidiéndose. 

Ahora reclamo a los cuatro vientos, que ojalá los siete mares no nos hubiesen separado. Que el viento nos hubiese soplado hacia el sur, hacia donde hace calor; y no hacia el norte, donde nos hemos perdido desde entonces. Parece que no nos encontraremos nuevamente, no habrá una segunda oportunidad para los que dejaron ir, frente a sus ojos, la primera. La importante. La primera impresión. Pensamos que a lo largo de nuestra vida nos encontraremos con varias oportunidades, pero no, solamente hay una, y debemos estar preparados para cuando se nos presente ésta. 

Te escribo con los dedos llorando, disculpándome con palabras que, luego, se convertirán en basura literaria. Quizás fallé yo, quizás mis manías fueron la chispa en una recámara llena de gas. Pero, cariño, a lo mejor fallé con mi forma de amarte. No debí ser tan así, tan de apegarme demasiado a alguien, porque, mientras te remendaba las alas, ya pensaba en lo bonito que sería verte volar en otro horizonte, en medio de un crepúsculo, en esos colores rojizos -como tu pelo-. En llamas. 

Nunca una historia de un ángel con un demonio ha terminado bien.