miércoles, 30 de marzo de 2016

El día que la oscuridad tembló



Había una vez una chica tan rota
que la vida la llevaba a cuestas
y el mundo le pesaba en los hombros.
Su espalda era un continente en ruinas
al que nadie habría olvidado
si lo hubiesen descubierto.

Érase una vez, una chica que era estrella
y vivía en una constante e indestructible oscuridad,
olvidó que para brillar la necesitaba.
De noche se convertía en un cometa.

Pasó el tiempo,
las heridas pasaron a ser parte de sus ojeras
y sus insomnios pertenecieron a alguien.
Alguien que la seguía mirando cuando dormía,
quien reposaba la cabeza sobre su pecho
para darse cuenta que incluso los latidos
sonaban
a
canción
triste.
Era una chica en ruinas,
era calma y tempestad,
blues y rock and roll,
invierno y primavera,
risa y lágrima,
herida y antídoto.

Una madrugada, cuando todos dormían,
escribía mientras lloraba mares
y la cabeza se le quedaba afónica.

Qué difícil es gritar desde un lugar donde nadie puede oírte.
Ni salvarte.
De ti mismo.

Sus fantasmas salían cuando lo que menos buscaba
era recordar
y es donde los monstruos del pasado tenían nombre y lugar.

Tenía una lucha latente
para que el ayer fuese
una página fácil de quemar.
Y un día
fue ella quien ardió.
Y la oscuridad tembló
por primera vez.

sábado, 26 de marzo de 2016

Let It Be

Ella luce perfecta, 
como si el verano lo llevase en la vida 
y el rock n' roll en los labios.

Tiene una forma abrupta de comerse el mundo,
embiste la tristeza con su sonrisa 
y levanta toda sospecha de que ha cometido 
un asesinato detrás de esas ojeras.
A lo mejor quien ha estado muerta ha sido ella
y ha comprendido de que es hora de sacar a bailar
a alguien que suene a cristales rotos.
Y no romperle más.

Busca en las palmeras 
alguna estrella fugaz 
y encuentra en el mar
la parte rota que daba por perdida.
Si la ves, 
lucirá como las otras, 
pero si la miras, 
lucirá como nadie
en 
este
jodido
mundo. 

Ha crecido como crece todo en la vida: 
aprendiendo lecciones, 
sanando las rodillas raspadas,
los huesos fracturados, 
los corazones rotos, 
ignorando que tiene cicatrices
que lucen como heridas. 

Es una chica let it be, 
let it be
let it be.
Y termina sucediendo
que vuelca todo su mundo
para no perderte

Tiene anclado en su pecho izquierdo 
lo que jamás soltó, 
pero que ello hace tiempo que se fue.
Por eso dirige su mirada triste hacia el horizonte,
en donde perdió para siempre aquel brillo en sus ojos. 

Es triste que una chica como ella 
dé por hecho que no vale la pena
cuando yo mataría por verle feliz
hasta que le duela la vida de tanto reír.

jueves, 24 de marzo de 2016

San Francisco

Imagínate. He vivido todas las guerras a tu lado: las he peleado, las he perdido, y siempre estuviste ahí para darme un abrazo para componerme de nuevo la sonrisa y los pedazos rotos del suelo. Te digo ven y lo dejas todo por mí. Te tumbas conmigo en el suelo cuando caigo, y te acurrucas por mi espalda para darme un beso de buenas noches. San Francisco lo supo, supo de nuestro, cariño. Y de todas y cada una de las veces que trasnochamos con la felicidad de la mano y al tiempo le rompíamos las rodillas para después salir corriendo, en busca de aquel atardecer que tanto te gustó desde un principio.

Encontré a quien buscaba con tanta necesidad a punto de saltar del Golden Gate, mientras no paraba de mirar al vacío como una loca. Y de lo último no me quedó la menor sospecha de que lo estaba. Aquella noche no fueron las estrellas las que brillaron, sino ella. Era demasiado ella, demasiado triste a veces y exageradamente feliz otras veces. Las chicas rotas brillan por las noches. Ojalá algún día tengas la oportunidad de encontrarte con una chica  así, para que puedas comprobar tú también que la tristeza que radica en unos ojos puede superar a cualquier luna de Mercurio.

Tenía voz de canción y mirada de película. Podía domar cualquier león y también podía despertar ese mar violento que llevas dentro.

Es ese lugar en el que uno puede ser feliz sin mucho, aunque la mirada la dirigiese al punto infinito de la nada. 

Tenía mil metáforas que explicarle al mundo, 
mil insomnios que sufrir junto a alguien, 
mil secretos que guardar hasta la tumba, 
mil sonrisas que desempolvar, 
mil lágrimas que derramar hasta vaciar el mar interno, 
mil recuerdos,
mil sonrisas,
mil escalofríos,
mil inviernos
que guardar en el cajón.

Insoportablemente perfecta, 
imperectamente feliz, 
jodidamente loca, 
exageradamente ella.

Es hermosa con sus espinas.
Y yo las tengo clavadas en todo el cuerpo.

martes, 22 de marzo de 2016

El reloj que siempre marca demasiado tarde



Soy la herida que no quieres cerrar,

el recuerdo que temes olvidar,

la canción que te recuerda aquel día,

la pista que te vio caer pero también resurgir,

el baile con el cual aprendiste a soñar

y a sonar como algo bonito,

la añoranza tras parpadear y ver que todo es diferente ahora,

el precio de ser feliz,

la brisa melancólica,

el gato que te quiere y se duerme contigo,

la luna que se asoma a tu ventana,

la puerta que siempre se te abre

aunque tú ya la has cerrado muchísimas veces antes,

tu momento preciado,

tu lugar favorito,

tu verano inolvidable,

tu invierno mortal,

aquel intento de arreglo de vida fatal,

el sabor de boca después de morder los placeres del placer,

el acontecimiento que enmarcas y cuelgas sobre la pared,

la fotografía que miras antes de dormir,

los segundos previos tras perder la puta razón,

la cabeza,

el corazón.



Soy tu “espero que esté bien sin mí,

no, espero que me eche de menos”,



“no dejo de pensar en él,

ni en su boca,

ni en su mirada

ni en su desgaste de vida”,



“Maldito gilipollas, cuánto me ha cambiado”,



porque sabes de sobra que tengo en el corazón

el arma homicida: la poesía.



Soy la medianoche en la que te partes algo más que el corazón,

la razón a todas las casualidades,

las nubes en las que intentas encontrar mi sonrisa,

esos noséquésiento que llevan mi nombre interlineado,

mi susurro que llevas calado en el alma,

la vista de una puesta de sol en la que te paras después de haber huido tanto tiempo,

el reloj que siempre marca demasiado tarde

y el tren que pasa cuando es demasiado pronto.



Soy aquella vaga idea de dejarlo todo si me dices ven,

pero que el teléfono no ha dejado de sonar

y un día deja de hacerlo para siempre,

y las madrugadas te reprochan por haber sido cobarde,

por haberte quedado más con las ganas,

porque el precio de ser feliz es tener cicatrices.

Me miras tan sonriente al quitarme,

porque soy la costra que guarda todo lo importante

y en el fondo se encuentra el oro del que tanto hablan

que se encuentra al final del arcoíris,

quizás jamás han visto cómo brilla lo que se guarda dentro,

lo que se decide no matar nunca,

lo que nos hace llorar y al mismo tiempo lo que nos hizo sentir que el mundo no dolía,

lo que nos acompañó en aquella tormenta en la que se declaró alerta de tsunami,

lo que nos abraza por las noches mientras cogemos el último suspiro antes de rompernos a llorar,

lo que nos sostiene aunque no tenga manos,

lo que nos hace volar sin tener alas,

lo que está aunque no podamos tenerle cara a cara para decirle cuánto nos ha reformado la mirada con la que miramos la vida.