viernes, 27 de enero de 2017

El Club de Chicas Tristes



Es una chica en llamas,
arde desde los cimientos,
lleva enredados en su pelo los precipicios en los que ha caído
y se ha enamorado como una idiota.

Pisa fuerte el acelerador
cuando ve que está a punto de estrellarse
con una boca que la invita a una noche
de copas y besos a media luna.

No hay más mundo que el que arde en sus ojos.
En invierno se pone triste al ver la fotografía donde abraza a su padre
y su madre le dice que deje ir lo que hace tiempo dejó de cantarle una canción de cuna.

No olvida la traición,
la puñalada,
el empujón al abismo;
aprendió a no confiar en nadie,
por eso se convirtió en piedra,
una piedra que ni quema
ni congela,
pero que cuando menos te lo esperas,
llega a una temperatura tan alta
o tan baja
que ni siquiera el infierno
ni el mismo paraíso se llega a comparar con tal intensidad.

Es la chica de las fuertes intensidades:
ama,
ríe,
besa,
llora,
folla,
abraza.
FUERTE.
Tan fuerte que llega a tal punto de romperse.
De consumirse.

Sueña con algún día dormirse en un hombro,
mientras mira en retrospectiva
y se da cuenta de que nadie supo esperarla,
que nadie permaneció,
que nadie dejó ir trenes por si ella llegaba,
que todos se fueron tras conocer su invierno.

Es pájaro por las mañanas
y cuervo por las noches.
Te lleva a tocar las nubes
-a jugar con ellas-
y te enseña a mirar con sus ojos,
porque los tuyos ya te los ha sacado.

Pobre de aquel que llegue a enamorarse de una chica como ella,
porque tendrá que renunciar hasta a sí mismo
por no dejar de ser de ella.

Pertenece a El Club de Chicas Tristes,
es preciosa,
joder,
tan preciosa que llegué a enamorarme de ella.

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