jueves, 3 de noviembre de 2016

ASÍ SOMOS Y QUÉ



Qué más da.
Mañana volverá a hacer frío de nueva cuenta.
Como si estar triste no pesara también en los hombros, porque, déjame decirte que, la tristeza se va acumulando por años y es en un instante que se desata toda la ira que has venido guardando todo ese tiempo. Como un volcán.
Como si ver arder al otro no fuese difícil. Verlo en esos momentos en los que no sabes si acercarte y quemarte en el intento, o alejarte como se alejan los pájaros cuando ven venir el invierno.
Yo, un día, quise ser la casa de árbol más bonita que cualquiera soñó con vivir dentro, cerrar la grieta y esperar a que le nacieran unas alas preciosas. Pero la vida te sacudió muy rápido de la inocencia con la que se ve pasar el primer amor irreconocible de tu vida. Ya más tarde entendiste que sí lo era.
Mañana va a ser un día nuevo,
el diferente voy a ser yo.
Como si sentirse vulnerable no fuese la etapa crónica de estar roto. Que nadie se acerque a ti, excepto para romperte aún más, hasta llegar a un punto límite y miserable en el que te cuestionas si eres lo suficiente.
Lo suficiente.
Las heridas son inevitables; las personas, irrevocables; los momentos, inolvidables; pero uno es, a veces, irreconocible e imperdonable.
Ya me lo decía Pablo, quien un día fue mi amigo: abre más seguido la puerta, hay quien no la sabe tocar y espera, fuera, en silencio. Alguien que amará, sin dudar, tus extremos, tus límites, tus infinitos, la eterna e insoportable guerra contra ti mismo, tu amor enfermizo hacia lo pasajero.

—¿Eres fugaz?
—Aún peor: soy imposible.

Hay gente que respira a través de la nostalgia, de lo vivido, de lo ya recorrido, de las cicatrices, de los lugares donde fue feliz; esa misma es la que lleva la mirada perdida en las cosas que a simple vista parecen ser pequeños detalles, pero que ellas ven un mundo terriblemente gigantesco.
Qué bonita es esa gente.
Infernalmente preciosa y caótica.

Posdata:
Te quiero.
Recuérdamelo por si mañana lo olvido.
Por si mañana te olvido.

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