viernes, 31 de enero de 2014

Una cara de día, una cara de noche

Y ahí estaba ella, parada frente a un espejo tan grande como sus miedos y con su mirada perdida en el mismo punto de siempre, en él se reflejaba un cuerpo lleno de cicatrices, mismas que el tiempo se encargó de tatuar en su piel para que siempre recordara que lo que había vivido tiempo atrás había sido real. En sus ojos hacía invierno aquella noche de verano, sus ojos eran la tormenta y su habitación un mar seco que pronto se convertiría en un océano, en el cual ella se ahogaba cada noche con sus pensamientos y caía tan profundo que nadie podía sacarla de ahí, ni ella misma podía salir. Repetía una y otra vez "Te odio, te odio te odio". La pistola que de niña hubiese aprendido a jugar muy bien, la dirigía hacia toda su habitación, finalmente la puso en un punto fijo, apretó el gatillo... y la mató, mató a la chica que estaba dentro del espejo. Los fragmentos de vidrio caían, y ella también, con la diferencia que ella cada mañana renacía, y mostraba una cara muy distinta a la que se le veía por las noches.

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