domingo, 26 de noviembre de 2017

Glaciares

Entonces un día se dieron cuenta que ya no eran el uno para el otro. Que ya a otro le escribían mensajes, que ya a otro le caían las llamadas de madrugada cuando el mundo era un lugar sombrío e inhabitable. Inhabitable… Como el recuerdo. Como el corazón. Como cuando vas a un lugar donde has sido feliz y al regresar te das cuenta de que siempre estuviste solo, que quienes te acompañaron anteriormente, solamente fueron los fantasmas de tus miedos. El miedo de quedarte solo y de no tener a nadie que te recordara con una sonrisa. Y, luego, terminó pasando: se escucharon los cristales rotos como si hubiesen caído desde una cascada utópica y eterna. ¿No les pasa que a veces sienten que se la han vivido en una constante rotura de sentimientos? Y que nadie podrá arreglarlos.

Refugio. Eso les faltó. Un lugar adonde ir cuando no se tuvieran el uno al otro, al cual regresar siempre en busca tan siquiera de un abrazo a mitad de una canción que les rompiera lo que aún se mantenía en pie. Que les oprimiera el miedo de perderse en un laberinto lleno de inseguridades. No sé, quizás a veces uno busca un fuego que derrita nuestros glaciares y los convierta en un mar hermoso al cual ver con los ojos llenos de puestas de sol bonitas. Porque no todo lo bonito tiene que ser triste. Imagínate estar en una playa, sentado junto a ese alguien sobre la arena, mirando cómo el sol se oculta tras el mar. Como si fuese una estación a la que todavía no la han descubierto. Y se encuentra en sus pestañas.

Y yo entendí aquella tarde que, algunos amores, por mucho tiempo y polvo que pase sobre ellos, jamás se derriten. O son hielo. O son fuego. Pero ambos queman por igual.
Tú no decides ni el día ni la hora. Cuando vienes a darte cuenta, ya estás ardiendo. Quemándote mientras no dejas de sonreír.

I Still Love Him

Es un inmaduro. No sabe lo que quiere. Ni siquiera sé si me quiere a mí. Juega a la ruleta rusa en el amor y siempre es él quien termina ganando. Pero me dispara sus dientes cuando sonríe y ese es un vicio del que no puedo huir. Irremediable. Partidario de las más grandes locuras de mi vida y fundador de en esta vida vives o mejor muérete. Tiene una forma peculiar de besarme: como si estuviese bebiendo el veneno desde el envase. Tanto así que, tengo la certeza de que, en un beso me robó y jamás me devolvió a mi mundo. Y desde entonces vivo a oscuras en el suyo, al lado de alguien que ama la destrucción de escuchar una canción triste a las dos de la madrugada. Me muerde los labios cuando está enojado y me rompe la ropa cuando al mirarme se enamora de un lunar nuevo que no se había percatado la vez anterior. Porque si algo es, es eso: un tremendo despistado. A veces no se da cuenta la forma en la que lo miro cuando mira su serie favorita; o cuando sus labios me parecen algodón de azúcar, ni cuando está tumbado en la cama y le doy un beso. Ni cuando le tomo de la mano cuando está del otro lado de la cama; ni cuando lo abrazo cuando terminamos de hacer el amor mientras tiene la mirada perdida en la habitación, y la mía perdida en la constelación de lunares que tiene en su espalda. Mi chico es un inmaduro, un despistado y un maldito, pero aun así lo amo con una locura desenfrenada: como un lunático puede amar la luna. No quiero rehabilitarme de él. No quiero. Y esta vez no tomaré antidepresivos para enfrentar este amor. Es un maldito bastardo, y sin embargo, I still love him.

miércoles, 14 de junio de 2017

El ayer es un lugar, o una persona

No es que quiera escribir triste,
es que algunos recuerdos aún 
me sonríen cuando vuelvo la vista atrás.

Y ahí, dentro de ellos, 
se encuentra ella.
Con su pelo mojado
tras una tormenta 
que derribó la muralla que habíamos construido
para cuando estuviéramos tristes,
echándonos de menos,
porque sabíamos que algún día
estaríamos lejos,
ya sea de tiempo
o de kilómetros. 

Entonces me toma de la mano
y ese pequeño detalle edifica un mundo.
La llevo a ver películas
a donde las estrellas van a parar
cuando se dan por rendidas
y su inmortal luz
se convierte en una instantánea.
Un luz que se la traga el pestañeo.

La música se enciende
y sus pupilas se asemejan a dos planetas
que han estado perdidos en la negrura
y frialdad del inmenso universo.

No puedo con esto,
siento que el corazón me va a estallar.

Y estalló antes de decirlo.
Algunas cosas se rompen antes de darnos cuenta
y eso, ella no lo sabía.

Pero entonces, también se escuchó otro estruendo,
uno más fuerte del que ella causó cuando se rompió,
y fue mi alma fragmentada en mil pedazos
esparcidos por lo que llamaba vida.

Y desde entonces
vuelco mi mundo
y la vista atrás,
cuando siento que los miedos,
los monstruos
y los fantasmas
tocan la puerta.
Una puerta que siempre ha estado abierta,
hacia el mismo camino donde ella
sonríe al alba.

viernes, 27 de enero de 2017

El Club de Chicas Tristes



Es una chica en llamas,
arde desde los cimientos,
lleva enredados en su pelo los precipicios en los que ha caído
y se ha enamorado como una idiota.

Pisa fuerte el acelerador
cuando ve que está a punto de estrellarse
con una boca que la invita a una noche
de copas y besos a media luna.

No hay más mundo que el que arde en sus ojos.
En invierno se pone triste al ver la fotografía donde abraza a su padre
y su madre le dice que deje ir lo que hace tiempo dejó de cantarle una canción de cuna.

No olvida la traición,
la puñalada,
el empujón al abismo;
aprendió a no confiar en nadie,
por eso se convirtió en piedra,
una piedra que ni quema
ni congela,
pero que cuando menos te lo esperas,
llega a una temperatura tan alta
o tan baja
que ni siquiera el infierno
ni el mismo paraíso se llega a comparar con tal intensidad.

Es la chica de las fuertes intensidades:
ama,
ríe,
besa,
llora,
folla,
abraza.
FUERTE.
Tan fuerte que llega a tal punto de romperse.
De consumirse.

Sueña con algún día dormirse en un hombro,
mientras mira en retrospectiva
y se da cuenta de que nadie supo esperarla,
que nadie permaneció,
que nadie dejó ir trenes por si ella llegaba,
que todos se fueron tras conocer su invierno.

Es pájaro por las mañanas
y cuervo por las noches.
Te lleva a tocar las nubes
-a jugar con ellas-
y te enseña a mirar con sus ojos,
porque los tuyos ya te los ha sacado.

Pobre de aquel que llegue a enamorarse de una chica como ella,
porque tendrá que renunciar hasta a sí mismo
por no dejar de ser de ella.

Pertenece a El Club de Chicas Tristes,
es preciosa,
joder,
tan preciosa que llegué a enamorarme de ella.

jueves, 19 de enero de 2017

Cielo



Hola. He vuelto a enamorarme de la rutina. Del vicio que lleva entre comillas tu nombre. Esto me parece ya un cuento de demonios que nunca encontraron su lugar en el infierno, porque nadie le pregunta a quien ha herido si a quien ha lastimado ha lanzado, no la primera piedra, pero sí la primera granada.
Que
lo
detonó
todo.

Perdón, ya sabes que por las noches me vuelvo nostálgico y echo de menos todas las cosas que he perdido a lo largo de mi vida. Y hablo también de personas, lugares, sensaciones, sentimientos, emociones, momentos. Porque también se pierden para siempre los instantes. Como todo lo que comienza, también, algún día, te deja los folios en blanco y rotos en mil pedazos.

Me encuentro escribiéndote desde el punto en el que me dejaste. A quien quiero engañar diciendo que te he superado, que ya eres parte de mi pasado. Si aún me brillan los ojos como estrellas cuando alguien pronuncia fugazmente tu nombre.
Cielo, solamente quiero que sepas que eres preciosa, con cada punto fracturado, con cada defecto mal estructurado. Te amo.

Edifícame.
Rompe mis miedos.
Mis vasos.
Mis lunas.
Mis estrellas.
Pero no me rompas a mí. Sabes muy bien que de eso: de cuando alguien a quien quieres hasta gastar hasta la última fuerza, te decepciona a tal punto que tus tímpanos se rompen al escuchar todos los portazos al unísono contra ti.

Ven. Tengo miedo.
Haz de este cobarde, el mayor valiente que ha visto el mundo arder. Resurgir desde el llanto más terrible y doloroso de escuchar. Rasgúñame la vida, pero cicatriza de una vez por todas. Estoy cansado.
Cansado.
Cansado de ver cómo pasa el tiempo y tú no vienes a mí.
Cansado de siempre tocarte la puerta y que sólo haya un ramo de excusas.
Cansado de tumbarme viendo al techo, imaginando todas las historias que pudimos algún día contar a los demás.

Ojalá, algún día, cielo, vuelvas a lloverme.
Y yo salga a bailar.

Eres tú quien escribe

Si necesitas llorar, llora. No retengas todo ese océano dentro. Respira profundo y encuentra en el fondo las razones por las que seguir intentando salir de Roma. No todos merecen ser recuerdos, algunos merecen ser algo más que fantasmas que el tiempo barre a su ritmo y se los lleva al rincón empolvado del universo.

Quiero dedicar estas palabras a aquellos seres que no encuentran su lugar en el mundo, que ni siquiera un abrazo logra sacudirles la nieve, el frío y la soledad que llevan en el borde de su vida. Quiero decirte que, en el momento en el que te paras frente a la ventana a mirar la lejanía, alguien al otro lado del mundo, también piensa que eres hermoso. Hermoso a tu medida, complexión y sonrisa.

No eres del todo oscuridad, como la luna no es todo el tiempo luz. A veces se oculta, no queda rastro de dónde estuvo las noches anteriores, ¿dónde está? ¿en quién piensa cuando el cielo la echa de menos?
Incluso en los malos días, sale el sol. Así que no te detengas, sigue el ritmo de las cosas que carecen de sentido, construye un hogar en el hoyuelo de la sonrisa que te compone los días.

Sé velocidad, peligro y salvación, pero no te mueras jamás mientras la canción siga sonando de fondo.

Me pregunto, cuántas veces tuve que huir de un funeral, cuántas veces me venció el dolor cuando estaba en una lucha inmortal conmigo mismo, cuántas veces el atardecer me sonrió a distancia mientras yo no dejaba de contemplar el desastre en el que fui feliz, cuántas veces tuve que tirar la misma piedra para que tropezara una sola persona en mi camino y que, a raíz de ello, surgieran destellos de luz; cuántas veces tuve que soltar una mano para quererme, porque, de lo contrario, aferrarme hubiese significado ser consciente de las puñaladas.

Hoy veo en retrospectiva y me doy cuenta de que muchas personas nunca estuvieron, que se limitaron a seguir mi baile, pero jamás bailaron conmigo, sólo me miraron desde la banca de los corazones rotos. Pobres de aquellos, me digo a mí mismo, permanecieron para no hacerme daño y terminaron sangrando a través de mis heridas.

Agradecer a todos aquellos que me vieron incendiarme mientras otros dormían, a aquellos que me vieron sangrar mientras otros dormían, a aquellos que abrazaron cada parte descompuesta para encontrarle un sentido, una forma y un motivo para sonreír, mientras otros dormían.

Si necesitas reír, ríe. Qué importa si te hicieron daño en el pasado, ahora aquel es un lugar muerto del que no puede florecer ninguna rosa. Ríe como un loco, como un demente que ha encontrado el secreto para ser feliz, como un irreversible maniaco que busca con urgencia viajar por el mundo y descubrir nuevas experiencias.

Sal, corre desnudo a media noche, desvístete los remordimientos y odios, córrete en la boca de aquellos que hablan serpientes de ti, folla en la cocina, en el sofá, en el jardín, pero no te pongas triste por personas que no puedes cambiar. Es tu libro, tu historia, tus personajes, tus puntos, tus comas, tus páginas. Eres tú quien escribe. Y yo te recomiendo que escribas una historia que nunca nadie pueda pasar a la pantalla grande, porque es demasiado. Demasiado real e indestructiblemente tú.

Tren tras tren

Me duelen los sentimientos de tanto pensarte,
imagínate cómo me duele el corazón de tanto sentirte.
Me convertí en esa piedra que se interpuso en tu camino
para que abrieras los ojos y miraras más que dureza,
un montón de cosas raras e inexplicables que te gustaran
y que amaras tenerlas a tu lado.

Dicen que después de un tren viene otro,
lo mismo con las personas:
una tras otra tras otra tras otra
y no sabes con qué fuerza te arrollara la siguiente.
Pero el mundo necesita más gente valiente,
que no se ponga tantas corazas,
que se dé cuenta de cuán guapa es sin miedos
y que las inseguridades vayan directo al basurero.

Que ría a mitad de un orgasmo
y que se deshaga del peso que lleva en los hombros.
Que ame hasta estremecer cada partícula del universo,
que corra desnuda por el mar a media noche,
que se desvista por dentro y que brille,
que sea el sol de las noches,
las manos calientes del invierno.

No podemos elegir el atardecer en el que vamos a darnos por vencidos,
pero tú sigue, adelante, con la vista bien puesta sobre las estrellas,
no vale la pena tirar por el borde lo que tantas tormentas te ha costado enfrentar.
Mi pequeño guerrero, mi eterno compañero de batalla:
Quiero decirte que, esta tormenta, esta turbulencia y este naufragio, lo enfrentaremos juntos.