domingo, 26 de noviembre de 2017

I Still Love Him

Es un inmaduro. No sabe lo que quiere. Ni siquiera sé si me quiere a mí. Juega a la ruleta rusa en el amor y siempre es él quien termina ganando. Pero me dispara sus dientes cuando sonríe y ese es un vicio del que no puedo huir. Irremediable. Partidario de las más grandes locuras de mi vida y fundador de en esta vida vives o mejor muérete. Tiene una forma peculiar de besarme: como si estuviese bebiendo el veneno desde el envase. Tanto así que, tengo la certeza de que, en un beso me robó y jamás me devolvió a mi mundo. Y desde entonces vivo a oscuras en el suyo, al lado de alguien que ama la destrucción de escuchar una canción triste a las dos de la madrugada. Me muerde los labios cuando está enojado y me rompe la ropa cuando al mirarme se enamora de un lunar nuevo que no se había percatado la vez anterior. Porque si algo es, es eso: un tremendo despistado. A veces no se da cuenta la forma en la que lo miro cuando mira su serie favorita; o cuando sus labios me parecen algodón de azúcar, ni cuando está tumbado en la cama y le doy un beso. Ni cuando le tomo de la mano cuando está del otro lado de la cama; ni cuando lo abrazo cuando terminamos de hacer el amor mientras tiene la mirada perdida en la habitación, y la mía perdida en la constelación de lunares que tiene en su espalda. Mi chico es un inmaduro, un despistado y un maldito, pero aun así lo amo con una locura desenfrenada: como un lunático puede amar la luna. No quiero rehabilitarme de él. No quiero. Y esta vez no tomaré antidepresivos para enfrentar este amor. Es un maldito bastardo, y sin embargo, I still love him.

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