jueves, 19 de enero de 2017

Cielo



Hola. He vuelto a enamorarme de la rutina. Del vicio que lleva entre comillas tu nombre. Esto me parece ya un cuento de demonios que nunca encontraron su lugar en el infierno, porque nadie le pregunta a quien ha herido si a quien ha lastimado ha lanzado, no la primera piedra, pero sí la primera granada.
Que
lo
detonó
todo.

Perdón, ya sabes que por las noches me vuelvo nostálgico y echo de menos todas las cosas que he perdido a lo largo de mi vida. Y hablo también de personas, lugares, sensaciones, sentimientos, emociones, momentos. Porque también se pierden para siempre los instantes. Como todo lo que comienza, también, algún día, te deja los folios en blanco y rotos en mil pedazos.

Me encuentro escribiéndote desde el punto en el que me dejaste. A quien quiero engañar diciendo que te he superado, que ya eres parte de mi pasado. Si aún me brillan los ojos como estrellas cuando alguien pronuncia fugazmente tu nombre.
Cielo, solamente quiero que sepas que eres preciosa, con cada punto fracturado, con cada defecto mal estructurado. Te amo.

Edifícame.
Rompe mis miedos.
Mis vasos.
Mis lunas.
Mis estrellas.
Pero no me rompas a mí. Sabes muy bien que de eso: de cuando alguien a quien quieres hasta gastar hasta la última fuerza, te decepciona a tal punto que tus tímpanos se rompen al escuchar todos los portazos al unísono contra ti.

Ven. Tengo miedo.
Haz de este cobarde, el mayor valiente que ha visto el mundo arder. Resurgir desde el llanto más terrible y doloroso de escuchar. Rasgúñame la vida, pero cicatriza de una vez por todas. Estoy cansado.
Cansado.
Cansado de ver cómo pasa el tiempo y tú no vienes a mí.
Cansado de siempre tocarte la puerta y que sólo haya un ramo de excusas.
Cansado de tumbarme viendo al techo, imaginando todas las historias que pudimos algún día contar a los demás.

Ojalá, algún día, cielo, vuelvas a lloverme.
Y yo salga a bailar.

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