miércoles, 27 de mayo de 2015

Cremallera

Olvidé que para quererte 
primero tenía que hacerlo bien. 
Y no irme a por todas, 
porque dolió.

Me acuerdo de lo bonito que era verte dormida después de haber tenido una noche de recuerdos. Y llanto. Y muchas lágrimas sobre la almohada. Porque el amor es una ecuación que al final termina saliendo mal en la comprobación. Porque bien dicen que "amores que matan, nunca mueren", porque siempre se recuerda el dónde, el cuándo y el cómo del crimen. Y cómo no, también el quién y a quién. Porque tú no eliges la bala que te va a matar, pero sí quien la dispara.

Debí haber puesto en orden mis sentimientos, para así evitar el colapso. Y, sin ir más lejos, la herida. 

Las personas que siempre se recuerdan, son las mismas que una noche, entre copa y copa, nos convierten en olvido. A ver quién de los dos acaba perdiendo. Y quien habla de perder, habla de recuerdo. Porque estamos entre la espada y la pared.

Este dolor de cabeza es producido por mi interés excesivo de pensar(te).

El secreto no está en siempre recordar, sino en recordar con la libertad de olvidar, pero a algunos no se nos fueron dotadas nuestras capacidades para hacerlo -como a otros-. Tenemos que soportar vernos tristes al recordarnos felices. Y yo, ahora mismo, soy un reflejo de todo lo que un día me quemó.

Y a mí el único frío que se me hace insoportable, es de las ausencias. El tuyo, sin decir más. Mis labios se resecan a la primera imagen de los tuyos. Ir marcando con equis siempre que leo algún párrafo de un libro de amor adolescente, para darme cuenta de lo que nos faltó. Pero no todo está escrito en libros, las mejores aventuras son las que nunca nadie llegará a leer. Ni a saber. Porque lo mejor está envuelto en secreto, y es el regalo del que tanto miedo nos da romper la envoltura. 

Tuvimos miedo de perdernos, 
y mira la ironía que somos:
ahora ya no queremos encontrarnos.
Le pusimos una cremallera a la vida 
que siempre está cerrada.

2 comentarios: