martes, 17 de noviembre de 2015

Tormenta, 17

Yo rocé el infinito cuando besé sus labios.

Le llamé hogar a sus brazos, a ese cálido lugar, a ese hueco circular, que me acogió cuando el mundo me dio la espalda y no tenía en claro el dónde, afortunadamente sí el quién.

Conocí las más frías y las más fuertes ráfagas de viento cuando puse un pie en su mirada y caminé en dirección de su alma. Me dejé llevar como si yo fuese la herida y ella la posible y única salida de mi dolor, pero cuando vi cuán dañada estaba por aquellos lugares, comprendí que hay que ser muy fuerte para poner una sonrisa sobre la herida.

Estaba hundiéndose a una velocidad terrible.

Yo no sabría ser de naufrago, porque jamás supe mantenerme a flote. Mis pensamientos siempre me hundían a un ritmo temible.

Hice por ella lo que jamás nadie había hecho por mí.

A veces me llamaba por las madrugadas para decirme que le aterrorizaba la idea de que algún día me fuese de su vida y no encontrara el camino de regreso a sus brazos. 

Aunque fue ella quien se fue primero a un viaje del que es técnicamente imposible volver:

voló a ese cielo con el que tantas veces se vino abajo.

Tormenta, eso es ahora.
La tormenta más triste y fría que me ha calado jamás.

1 comentario:

  1. Ay, Benjamin.
    A veces relaciono tantas cosas que me recuerdan a el. Me muero de ganas de observarle, mirarle a los ojos y ver que se refleja en su mirada. Perderme en sus labios y encontrarme en sus manos.
    Apoyarme en su espalda y sujetarme de sus hombros. Rozar su piel y observar como mira. Su mirada, si, Benjamin su mirada. Es que te mira y te deja desnuda en serio.
    Tengo tantas ganas de aprovechar el tiempo con el. Cocinar y cenar juntos, la cena perfecta lasagna la mesa decorada con rosas y velas. Bailar un rato, tocar el piano. Tocar cada tecla que me lleve a sus insomnios, sueños, remordimientos, ser su mayor confidente. Quiero que sea mi mejor amigo, compañero de sueños y aventuras, quien me ponga los pies en el suelo cuando tenga que hacerlo, y me levante del suelo cuando me pesen hasta las uñas de los pies, quien me escuche sin intentar entenderme; a veces solo necesito que me escuchen el entenderme es cosa mia.
    Tantas ganas aculadas de recibir esto pero sobre todo de darle esto y mas. Pero el miedo, sí, esa pequeña y a la vez pesada palabra. A parte quien me asegura que el también...

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