Porque quién nos enseña a ser fuertes
sino es uno mismo cuando empieza a comprender, que a entender más las cosas.
Nada de lo que fue, será; pero hay un
presente que todo merece. Porque yo te quiero a morir, te declaro la guerra en
cada invierno y en nombre del amor te digo que eres mi vulnerabilidad, mi
debilidad, mi inestabilidad.
Yo me limito a vivir, ya cuando tenga
70 años podré contar los daños y las heridas, pero mientras siga teniendo 20,
seguiré riendo mientras tropiezo con mi piedra favorita, llorando en mi
almohada que todo lo sabe, seguiré por instinto a mis sentimientos. Somos
jóvenes, salvajes y libres. Tenemos a nuestra disposición las llaves del mundo
y la salida de emergencia de él.
Conduzco en la carretera abierta. Hay
una enorme diferencia entre ser libre y sentirse libre, aunque siempre habrá
quien te diga que jamás podrás serlo en esta vida, por la cantidad de
pensamientos que te pesan en la mente, de sentimientos que colapsan el corazón.
Es bueno, de vez en cuando, formatear cabeza y corazón, para sentirse vacío,
nuevo, es bueno estrenarse aunque sea una vez en cada década. Volver a nacer,
como las águilas. Es bueno desplumarse cada cierto tiempo, para que vuelvan a
crecerte plumas nuevas.
¿Lo sabes, cierto? Que te quiero a
morir, como se quieren las cosas que te hacen daño. Con esa rutina, esa
necesidad y necedad, como los corazones rotos, supongo. Y pongo sobre la mesa y
a tu disposición el contrato de supervivencia, porque personas en tu lugar ya
se hubiesen declarado rendidas. Ya estuviesen muertas. Pero tú estás aquí,
contando tu historia de superación y no quejándote eternamente de tus caídas y
recaídas. Jamás te gustó ser víctima sino heroína.
Sueños californianos, brisa veraniega,
chispas en el aire, noches cortas, amores fugaces, veranos en el corazón, open road, feelings and summer nights.
Tengo una increíble y extraña obsesión
por las cosas rotas, las noches de invierno, los libros viejos, el aroma a
amores pasajeros.
Vive
la vida o deja que ella viva por ti. Tú decides.
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