martes, 8 de marzo de 2016

Germinar

Mi madre me enseñó que aunque tenga dolor, debo prestarle más atención a lo que sucede a mi alrededor. Porque el dolor seguirá ahí, por algunos días, y esos días podrían convertirse en meses, sino es que en años. Pero lo que sucede a tu alrededor no podría sucederte nunca más en la vida. Y por eso es que a veces llego a la conclusión: sobre el sufrimiento uno no puede decir en él, más sin embargo, lo que te sucede te elige a ti, como principal espectador. Para que lo disfrutes, para que te rías con ello y no de ello, porque hay un mundo de diferencia. Siempre he pensando que ciertas cosas, como la risa, son mejores compartidas. Y qué bonito es encontrar a alguien quien nos haga reír aunque no esté, porque hay con quienes se crea una conexión tan grande, con tanto magnetismo que, cuando no se tienen el uno para el otro para un abrazo, se siente cierta electricidad en el aire que te electrocuta. Te sacude el cuerpo, incluso los pensamientos -te los alborota y te despierta algún sentimiento adormecido-. Y piensas rápidamente en él. En ese alguien.

A veces tener a alguien para compartir un poquito más que los insomnios, es el regalo más grande que te puede ofrecer la vida. Y hay que verlo en el momento, porque, así como hay personas que sólo pasan una vez en la vida, también hay historias que solamente se escriben una vez. Y a veces es el demasiado tarde quien la escribe por nosotros. A veces somos tan ciegos que hasta me duele la idea de no ver lo que ha dejado de ser invisible para que lo veamos con toda y su belleza.

Siempre nos quedará, dentro de algunos años, la oportunidad de releer de nuevo el libro y ver en qué fallamos, pero hay que hacer hasta lo que no se debería por no arrancarle una lágrima a quien ha florecido en nuestro lugar. Y muchas veces donde estamos parados no es un buen lugar donde alguien quisiera germinar.

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