lunes, 14 de marzo de 2016

He soplado el fuego de mis velas

Me he visto al espejo y me he acordado de alguien a quien solía conocer. Ya sabes, la mayor de las putadas es olvidar lo que uno es u olvidar lo que uno fue. Y no darse cuenta de que va cambiando y al final mirarse de frente y no reconocerse.

Supongo que la vida está basada de muchas cosas que uno no acaba entendido al final del día, y toca que irse a la cama intentando apagar esas vagas ideas que se nos cruzan por la cabeza. A veces es más fácil no pensar en ello, pero el problema es que quien nos lo dice no nos ha dicho el secreto o la táctica para dejar de darle demasiadas vueltas al mundo. Porque estoy mareado y es una jodida pena que nadie se detenga siquiera a apreciar mi derrumbe. 

Porque lo bonito sería encontrar a alguien que nos detenga el mundo aunque nunca deje de girar. Encontrarle. Como se encuentran las cosas por accidente y terminan siendo una razón de ser. Darle besos en la frente, decirle que es la cima a lo que llamamos mundo y no destrozarlo. Abrazarlo tan fuerte que no quiera moverse un centímetro. Y decirte que lo que he buscado toda mi vida, es lo que tú piensas que no tienes.

Quizá algún día te encuentre y no sepa hacer otra cosa que no dejar de verte, porque te has convertido en mi atardecer favorito. Y que me desaparezcas mi miedo de que en algún amanecer me dejes la cama fría y las ganas ardiendo en la chimenea. 

Si algún día vienes a mí ya sea como tornado, tormenta o huracán y te dé por pensar que me harás daño, yo te diré que es mejor hacerse daño con quien se ama que hacerse añicos con quien se desprecia. 

Es marzo y todas las velas lo saben. Y he decidido soplarlas todas de una vez para ver si así te cumples de una vez.

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