lunes, 24 de noviembre de 2014

Para algunas cosas sí es demasiado tarde


Pareciera que no tuvieses una historia que contar a los demás y entonces parece que la única salida que encuentras es saltar al mar y dejar que te lleve a cualquier isla desierta, esperando que nadie te encuentre, porque te sientes un poco cansada: cansada de la mayor parte de las cosas y de la mayoría de gente, porque, a día de hoy, el sol ha salido para todos, pero no llega a calentar tu hogar.O al menos así le llamas al bucle de emociones repentinas y deseos fugaces.

Sales, caminas un poco por esos lugares donde un día fuiste feliz, sin importar si en un futuro lamentarías no tener cerca a la persona que estuvo allí. Respiras, inhalas nostalgia, entonces el recuerdo se apodera de ti y comienzas a llorarle. Te lamentas por no haber hecho nada para detenerlo cuando un día te dijo que no sabía cuál era su norte, y no hiciste nada porque creíste que lo perderías más; porque ni siquiera tú sabías encontrarte en el mapa que tienes. Aún no le encuentras un significado a las emociones momentáneas y a los sentimientos inestables.

Levantas la frente, ves a las estrellas y pareciera que desde que se fue, han perdido el brillo tan peculiar que las caracterizaba cuando las observabas cuando todavía creías en ti; cuando todavía tenías esperanza de tener una historia digna que contar a tus hijos y señalarles quién fue el amor de tu vida.

Conoces a otra persona con la que te sientes bien, se ve buena gente: entonces comienzan a salir y a mandarse mensajes de texto. Comienzan a dedicarse canciones y a recitarse poemas. Van al cine y ven una película con una trama no tan buena, pero con buenos actores. 

Pasan los días, las semanas, los meses, incluso los años. Llegas a conocer del todo a esa persona y te pide matrimonio. Aceptas con lágrimas en los ojos, aunque no sabe que esas lágrimas no son por emoción, sino por resignación a la persona con la que un día planeaste un futuro.

Llega el día de tu boda, caminas al altar con una sonrisa disfrazada de tanta soledad; se escucha un estremecedor "sí" al "aceptas amarlo y respetarlo, en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, hasta que la muerte los separe". Todos se levantan, aplauden y se produce un eco en la iglesia.

Te duermes todas las noches junto a alguien tan diferente al que soñaste desde pequeña; él duerme, pero tú sufres de insomnio, porque tu vida no es la que planificaste. Una lágrima cae y moja la almohada. Sueñas despierta. Duermes y tus sueños son tristes. Lo echas de menos, lo amas con locura a pesar del tiempo, todavía sigues emocionándote con la idea de que algún día puedas encontrarlo de nuevo. Te sientes culpable, no quieres hacerle daño a la persona con la que duermes cada noche, porque tus pensamientos vuelan lejos de ese lugar, muy lejos: tratando de encontrar de una razón para seguir en el camino, para no caer en el mismo tormento.

La vida los ha llevado a lugares diferentes con personas desiguales. Se echan de menos, se necesitan con una intensidad que rompe los números de la física. Sus pensamientos se chocan y se entrelazan nuevamente, saben que ahora se convirtieron en el fruto prohibido, no pueden hacer nada, excepto romperle el corazón a quienes están allí. Y prefieren seguir con una mentira. Sin saber que es una bomba que va creciendo con el tiempo.

Te dan la mejor noticia de tu vida: estás embarazada.

Tienes hijos, los miras como aquel ciego que vio por primera vez. Sonríes y ahora se han convertido en el sentido de tu vida, juegas todo el día con ellos, haces las tareas por las noches, les cantas una canción de cuna antes de dormirse, rezas porque sean felices en esta vida. Y ahora estás dispuesta a dar la vida por alguno de ellos.

Crecen, llegan a la universidad y se gradúan. Te mencionan en las palabras de agradecimiento y se te hace inevitable no llorar porque se han realizado como profesionales. Te sientes orgullosa de ellos, tus ojos te brillan y las arrugas salen. Tu pelo ahora es blanco ceniza.

Se van casando, uno por uno.

Finalmente se casa el último, lloras de felicidad, porque tus hijos están gozando a plenitud de la vida y se han realizado como personas. Lo que siempre deseaste para ellos: lo mejor de este mundo.

Pasa el tiempo, mucho tiempo. Sigues allí, quieta, sin mover ni siquiera los labios, porque sabes que si dices algo, terminarás por romperte el corazón.

No aguantas más, rompes el silencio.
El divorcio está en trámite.
Legalmente divorciados.
Lo buscas por toda la ciudad, te dan la dirección de uno de sus hijos.
Te da malas noticias: ha muerto.
Vas al cementerio, le llevas rosas rojas -como él solía llevarte-.
Le hablas y le dices cuánto lo amas.
Das el último suspiro antes de irte.

2 comentarios:

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  2. ¿Podrías recordar el primer día que nos conocimos?
    Yo puedo vivir el momento cuando nos encontramos con la mirada. Al recordarlo esbozo una sonrisa, es inevitable no hacerlo.
    En el moemnto que nos presento tu madre, un cosquilleo recorrió mi cuerpo. En el fondo, sabia que era el comienzo de algo completamente profundo. Me apresure por saber tu edad. Te lo pregunte en tu coche. Aunque luego pense que a lo mejor fue precipitado. Pero la verdad no me importo, si sono descarado. Porque yo estaba tan hechizada por tus ojos, que la realidad perdia importancia.

    Lo recuerdo perfectamente yo tenía 17, tu 19. Yo llevaba unos vaquetos, una camisa blanca y una chaquetilla. Y tu llevabas una camisa a cuadros (estilo tartan) con unos vaqueros. Recuerdo cada detalle, te recuerdo a ti.

    La siguiente vez que te vi, fue en una reunión. Tu eras mi traductor, con el apoyo de Irene todo salió bien. Algo que me gustaria destacar de este encuentro es que, yo no podia apartarte la mirada. Aunque intente no ser muy directa. Me gustan las indirectas.

    Después cada quien se fue a su casa, o galaxia. Pasaron meses, y vuelta al verano.

    En el primer encuentro no tenía muchas expectativas. Pero cuando me tumbe en tus piernas, me tocabas el pelo, sentia las huellas de tus dedos perforar mi piel y al final de la pelicula hablamos, no recuerdo muy bien el que. Intenté descubrir el color de tus ojos ¿verde o marrones? -Pregunte. Depende la luz -Respondiste. Sentí que algo habia fraccionado mi corazon y a apartir de ese momento nada sería igual.


    Se aproximaba la despedida bailamos, nos abrazamos (aun sigo buscando un abrazo tan complento como los que das tu), y en el ultimo momento nuestros labios se rozaron. Diste tu el paso, el comiezo de una caminata.


    Deseaba volverte a ver. Y asi fue, una semama después, nos encontramos. Recuerdo que estaba nerviosa. Vimos otra película. Preciosa pelicula + compañia inmejorable = momento inolvidable.
    Ahi surgió nuestro primer beso, en medio de una tarde de verano con las sabanas rozando la piel y unas ganas inmensas de sentirnos.
    Me dijiste que besaba muy bien, yo te dije que tu tambien. Está claro yo te enseñe, jeje. Tu me enseñaste a guiñar un ojo y a silvar. Pero sobretodo contigo descubrí el amor en primera persona.

    Tercer y ultimo encuentro antes de volver a casa. Fue sublime. Fuiste todo un caballero, incluso me acompañaste y te fuiste a las dos ó tres de la mañana. Aun teniendo que trabajar al día siguiente. Eres un encanto.
    El paseo que dimos de vuelta a casa fue en medio de una llovizna. Yo te besaba a cada segundo, porque sabia que se acercaba el momento de decir adiós.
    Recuerdo la ultima mirada, la ultima caricia, el ultimo beso de un verano agotado.

    Me prometiste que me visitarias.
    Y así fue, una semana antes de tu cumpleaños, nos vimos en medio de una ciudad ajetreada. Merendamos en unos de mis restaurantes favoritos. Te dije que te acercaras, miraste mi movil, te enfaste, te bese, y no te queria soltar. Te abrace tan fuertemente que se quedaron alli muchas cosas.

    Ha pasado mucho tiempo desde entonces. Pero algo no ha cambiando: te sigo queriendo tanto como ese día. Pero a ti parece darte igual. Quiero pensar que no. Pero no das un paso para adelante ni uno para atrás

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