Un
día me voy a ir. Voy a llegar a un lugar en el que seré yo y seré de mí, y no
seré otro ni de alguien más. Ya no tendré esa necesidad constante de huir,
porque estaré donde las estrellas, solas, me acompañarán. Para algunos seré el
chico del ayer; para otros seré aire tóxico, dañino para sus pulmones. Y
embestiré el cielo con mi golpe de vuelo
y al ras me iré despidiendo de cada uno de los incomprendidos. De esos seres
con los que encajé, con los que me sentía a gusto y me tendieron una mano
cuando el resto me daba la espalda. Y entonces cuando yo les di la espalda me
cosieron las alas para poder volar con mis sueños de la mano, aunque eso
implicase no volverlos a ver nunca más.
Un
día me voy a ir. Y ya nadie querrá salir a buscarme, porque se darán cuenta de
que siempre he sido un caso perdido, que nunca he sabido ser de alguien, sino
de ese cielo que se me es ajeno por causas innatas. Soy contradictorio hasta la
cabeza, ya muchos me han dicho que soy la ironía personificada.
Un
día me voy a ir. Y las cosas en las cuales creí, también dejarán de existir,
serán recuerdos que no querré recordarlos porque solamente me provocarán
lágrimas y añoranza de volver. Y lo último que querré será volver. Las aves
pierden el rumbo, y a veces se desvían de las demás, y toman una dirección que
tienen que volar solas. Solas. Perdidas. Y lo único que esperan es llegar a
algún lugar estable, al cual bajar. Y así voy yo: queriendo encontrar lugares
que no se derrumben con tanta facilidad, en los cuales sonreír mientras algún
atardecer triste me dice que algunas cosas se terminan cuando la oscuridad es
la que predomina.
Un
día me voy a ir. Llegaré a la cima en la que otros me ponían un imposible sobre
ella. Y me voy a reír. Porque el futuro siempre me ha parecido uno de esos
lugares que pocos se arriesgan a apostar por ellos. Y es que quizás aún no
entienden que a veces hay que perderlo todo para saborear los placeres de la
búsqueda y del encuentro. Y mi mayor acierto has sido tú, porque, a pesar de
ser una bomba a contrarreloj, me abrazas tan fuerte que me detonas desde
dentro. Aunque nadie apueste por mí, yo apuesto todo lo que soy.
Un
día me voy a ir. Miraré el mar minutos antes de sumergirme en él y no voy salir
a flote jamás, porque desde hace tiempo que vivo ahogado en el mismo vaso medio
lleno que nunca termina de colmar la jodida gota. Voy a ser océano para todo
aquel que quiera un abrazo. Voy a ser tu día veraniego, y olvidarás todas tus
noches de invierno, mi vida.
Un
día me voy a ir, y me iré contigo. Me lo prometí.
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