domingo, 26 de junio de 2016

Mary y él

Mary está llorando, sabe que lo ha perdido. Sabe que se ha ido sin rumbo, a un lugar desconocido, donde jamás volverá. 

Se tumba con las esperanzas que se apagan, una a una, como las estrellas.

Se quita la coleta y se tapa por cinco minutos la cara con sus manos, la nieve comienza a caerle como una ciudad en ruinas, en la que no hay escapatoria ni victoria para aquel que amó sin ser amado.

La chica de los ojos tristes que algún día él la hizo estallar en tantos pedazos que fue luz en lo que se convirtió. Aquel silencio que grita es también el que se rompe sin que nadie se de cuenta. 

Cuán perdida se siente, su Norte ha decidido empacar y marcharse para siempre.

—No te vayas.
—No ves que me estoy quedando.

Se quedó, no como quería. A un recuerdo es a lo se aferra siempre que las luces se apagan y no queda de otra que hacerle frente a los monstruos de debajo de las ojeras. Tomarle de la mano al fantasma que ahora habita donde camina.

—Te extraño.
—Me olvidas. 

A día de hoy se siente como el mar que todo se lleva y que todo lo hunde. Se siente como un naufragio, como aquella trampa en el bosque donde cae el mismo que la puso. 

Se siente como un sinsentido.  
Se pone rímel,
carmín en los labios
y tristeza en la mirada.

—¿Dónde te has metido, gilipollas? No ves que te necesito.
—Estoy justo donde no miras.

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