jueves, 30 de junio de 2016

Tres tristes miradas

Pueda que mi realidad sea muy diferente a la que he estado edificando todo este tiempo. Si abro los ojos y me duele va a ser por decisión propia, porque yo fui el que hizo los planos y también quien decidió vivir en una mentira desde un mundo que jamás existió.

Nadie me preguntó si tras la caída no quería levantarme. Porque no es obligatorio hacerlo, es decisión propia. No culpes a los que se quedan tumbados en el suelo, porque son los mismos que lo han dado todo y buscan un descanso sin que nadie les diga que pueden con su vida y con la de los demás.

La vida es un jodido puzzle con piezas incompletas, al menos, desde pequeños nos ha ido metiendo en la cabeza que busquemos a la otra parte que seguro está en alguien que coge algún cigarro y tiene la mirada triste perdida en alguna estación.

No le hables de rompecabezas a quien se a armado cuando lo han hecho pedazos. Tiene más mérito hacerlo uno mismo, desde ese dolor, desde esa tristeza, desde el fondo.

No le hables de infierno a quien siempre ha sido un incendio y ha hecho cenizas lo que ha abrazado con la urgencia de que alguien apagase esas llamas que le duelen. Que lo consumen.

No le hables de bailar bajo la lluvia a quien lo ha hecho bajo la tormenta.

Entiendo que no quieras seguir, que no quieras sonreír, que no quieras hablar ni dar explicaciones; el ser humano por naturaleza se cansa y está bien quedarse, no seguir, pensar, darle vueltas al asunto de si realmente quieres llegar a donde vas, o si realmente quieres abrazar a quien vas. Porque no a todos los lugares ni personas a las que vas te harán feliz.

Yo siempre he tenido una teoría: hay un punto finito donde se encuentran tres tristes miradas: la del perdido, la del roto y la del que lo ha perdido todo. Y luego está el punto infinito donde va a parar la mirada triste del perdido, roto y desolado.

Tres tristes miradas miraban en una dirección, pero las tres miraban diferente.

domingo, 26 de junio de 2016

Mary y él

Mary está llorando, sabe que lo ha perdido. Sabe que se ha ido sin rumbo, a un lugar desconocido, donde jamás volverá. 

Se tumba con las esperanzas que se apagan, una a una, como las estrellas.

Se quita la coleta y se tapa por cinco minutos la cara con sus manos, la nieve comienza a caerle como una ciudad en ruinas, en la que no hay escapatoria ni victoria para aquel que amó sin ser amado.

La chica de los ojos tristes que algún día él la hizo estallar en tantos pedazos que fue luz en lo que se convirtió. Aquel silencio que grita es también el que se rompe sin que nadie se de cuenta. 

Cuán perdida se siente, su Norte ha decidido empacar y marcharse para siempre.

—No te vayas.
—No ves que me estoy quedando.

Se quedó, no como quería. A un recuerdo es a lo se aferra siempre que las luces se apagan y no queda de otra que hacerle frente a los monstruos de debajo de las ojeras. Tomarle de la mano al fantasma que ahora habita donde camina.

—Te extraño.
—Me olvidas. 

A día de hoy se siente como el mar que todo se lleva y que todo lo hunde. Se siente como un naufragio, como aquella trampa en el bosque donde cae el mismo que la puso. 

Se siente como un sinsentido.  
Se pone rímel,
carmín en los labios
y tristeza en la mirada.

—¿Dónde te has metido, gilipollas? No ves que te necesito.
—Estoy justo donde no miras.

martes, 14 de junio de 2016

Amores

Y te puedo jurar que nadie te amará como aquel que te ha visto dormir y enloquecer. Porque hay amores pasajeros, pero también hay amores que calan hasta la clavícula y te hacen no querer morirte nunca. Quédate con él, si algún día te llegas a topar con uno, no lo sueltes para agarrar a uno fugaz. Su mano será con la que soñarás darle la vuelta al mundo y también la que querrás apretar cuando tengas miedo.

Hay amores que se van para siempre, amores que se van mientras voltean a ver una vez más atrás, amores que te aprietan los huesos y los sentimientos, amores que te ponen a la misma distancia que separa ese alguien a la espada de la pared, porque a veces ese alguien es quien se interpone entre dos que quieren o buscan hacer historia juntos.

Hay un amor que te verá llover y perder tus hojas en otoño. Quédate con él porque, aun no teniendo nada, él verá flores en ti.

Te hará perder la cordura,
el norte,
los mapas
y querrás quemar la salida del laberinto. 
Porque amarás estar enredada, abrazada y al fondo del agujero con él.

Amores que no tienen concepto ni puntos finales,
son la historia que siempre querrás escribir,
una y otra vez,
aunque sepas que en todas ellas 
te hará llorar por haberlo dejado marchar.

No es cobarde quien se va,
el cobarde es quien no lo detiene en la ida.

Hay un amor que será tu perdón, se me ha metido arena en el ojo.
Y saldrás corriendo a buscarle
y no lo encontrarás en ninguna parte.
Y la brisa te abrazará,
cerrarás los ojos
e inexplicablemente pensarás que es 
él.
Luego los abrirás
y encontrarás más excusas
que motivos
para quedarte donde estás. 

Y así, poco a poco,
tu memoria lo va borrando,
pero jamás,
lee bien,
jamás se olvidará de cómo te hizo sentir.

Mirarás al cielo mientras piensas que fue ese amor que no sabes cómo te hizo sentir, pero que te ha dejado muchos deseos de compartir la siguiente vida con él para no soltarlo jamás. 

Y sonreirás mientras caminas al alba.

domingo, 12 de junio de 2016

El negro es su color feliz

Es la chica de los ojalás,
de los quizás,
de los demasiado tarde,
de los a destiempo,
de los kilómetros,
de los tropezones a media luz,
de las medias noches rotas,
de los inviernos en la mirada
y de los trenes perdidos.

También es la chica de los posibles,
de las ganas puestas,
de las sonrisas curacorazonesrotos,
de los días de colores,
de las noches arreglavidas,
de los salvavidas
y la avenida donde encontrarás
al amor indestructible de tu vida.

Es la chica de la que tanto habla Madrid cuando duerme,
porque solamente la encuentras en tus sueños
y, una que otra vez, se convierte en pesadilla;
es esa tormenta que te sigue más allá del tiempo,
ese error repetible que te carcome los huesos,
esa sonrisa por la que matarías 
y mancharías tu alma de sangre.

Nadie sabe lo que quiere hasta que lo pierde,
pero ella lo sabía antes de perderme,
me sabía de memoria
y me tenía hasta la clavícula no querer ser feliz,
porque lo merecía,
merecía más días bonitos,
más amaneceres de jamás dormirse,
que más noches de no querer despertar nunca.

Es una chica triste,
si la miras a distancia,
se convierte en abismo.
Y yo salté
como salta un suicida:
sin dudar.

lunes, 6 de junio de 2016

Sombras

Perdóname si te he olvidado. Le cosí alas a tu recuerdo para que volaras lejos, libre como siempre me gustaste; independiente como las cosas que no dicen adiós cuando se van, porque saben que no tienen lugar ni momento. Como las gaviotas que siguen su vuelo sin miran atrás. Me dejaste sin palabras y aun así me dejaste escribiendo: los poetas escriben para sanar, yo lo hago para jamás soltarte. Porque te quiero, aunque no me veas y aunque esta tarde las margaritas se marchiten porque tú no lo haces ya.

De alguna forma, los corazones rotos van a parar al mismo lugar a donde van las miradas perdidas de los soñadores que ya no levantan la mirada ni porque el cielo esté vestido de azul bonito. Y lo que no saben es que no hay color más bonito que el que les abriga en la mirada, no hay ninguno similar a cuando sonríen y no se dan cuenta de que alguien más se está enamorando de esa forma, quiero decir, de cómo curan sus heridas a través de una simple sonrisa.

Ya me decían a mí de pequeño que el amor sólo era para gente adulta, que no debía jugar con fuego si no quería quemarme, pero nadie me preguntó si lo que quería era que alguien, siendo llama, me abrazara tan despacio que hiciese que los imposibles que se me acumulan en mis pupilas ardieran, mientras cogiendo un poco de aire, me lanzo a sus labios para agradecerle por haberme salvado con fuego.

No es el fuego lo que quema, es quien gastó todos sus cerillos en ti. Y a ti eso, no te importó, en lo absoluto. Hay dos clases de personas: las que odian el dolor y las que lo convierten en poesía. Y yo he sido fanático de esa gente que, independientemente si mañana volverá a llover, se visten con brillo en los ojos mientras ven arder el paraguas.

He criado mis propios cuervos y me han sacado mis ojos tristes. Y me han dicho que lo han hecho porque no quieren verme llorar nunca más.

Doy unos cuantos pasos hasta verme a mí mismo reflejado en una sombra que se ve pasar rápida mientras el tiempo va detrás, corriendo, con un cuchillo entre las manos.

¿Y si me he convertido en una sombra?
Me aterra la idea de ser una que se esconda cuando la noche cae, aunque me gustaría ser aquella que se refleje al otro lado de la cama cuando vas a dormir.

Y lo triste de esta historia es que cuando se dio vuelta, nunca más volvió a encontrarme, aunque yo seguía ahí. Con ella.

jueves, 2 de junio de 2016

21 Balas

Salió corriendo porque algo comenzó a dolerle justo donde le prometieron que jamás se le haría tarde. Las promesas comenzaron a ser fantasmas y volver se convirtió en una rutina autodestructiva. Hay cosas que te hacen irte más veces de las que vuelves con una sonrisa o como cuando lo haces sólo para abrazar un poquito más lo que echas de menos. Y ahí estaba ella, en el punto intermedio de irse para siempre o de echar raíces en un lugar que solamente tenía vistas tristes.

Alguien, la razón por la que está huyendo, un día le amuebló todo el vacío que poseía dentro. Y la poesía desde entonces hace turismo en su cama y las noches bailan al ritmo de sus pupilas. 

"Hoy quiero bailar hasta que me duela algo más que los pies, quiero ser feliz hasta tal punto que la vida se quede sin lágrimas", decía mientras se acomodaba la mirada perdida y la dirigía hacia él.

Es una chica auténtica, ríe aunque esté sola y llora aunque tenga los ojos del mundo en su dirección. No guarda nada dentro, porque tiene miedo de intoxicar a las pocas mariposas que aún revolotean y que le hacen sentir que aún queda algo bonito por lo que latir.

A veces su vida va en la página 300 y ella salta hasta la 710, porque dice guarda páginas para personas especiales. Y quiere un ayer lleno de cosas bonitas y personas que le recuerden un poco de sus atardeceres.

Es la chica que Sabina olvidó en la noche 500 y la sonrisa por la que en la noche 501 no resistió y salió a buscarla con esa urgencia de no encontrarla nunca más, porque es letal y necesaria.

"Esta noche quiero ser una chica dispuesta a dejarse amar e indispuesta a ser dañina. Quiero ser una chica 21 balas o que me despiertes cuando Septiembre termine".

La mano con la que acaricias el rosal, es la misma con la que cortas la rosa.

Te amo.
—¿Qué?
—Voy a destruirte.