domingo, 20 de diciembre de 2015

Arder

Toda la vida buscando el arma homicida
y me vengo a dar cuenta de que es tu mirada,
esa que derrocha poesía entre tanto verso
y la que te ve a ti arder desde que no te cuento
tu cuento favorito.

Y los monstruos parecen cobrar vida desde el papel.

Si después de tanto tiempo sigues calándome la herida,

curándome las noches de guerra conmigo mismo, 
sigues siendo la pista de mis aterrizajes 
cuando ya no tengo paisaje al que admirar ni contemplar
cuando me siento perdido.
Porque te regalé todos mis nortes
y me quedé sin ninguna pista de cómo ser encontrado.
Porque me perdiste 
y me viste arder cuando, mientras amanecía, yo anochecía.
Porque me perdiste 
y me viste brillar sin ti.
Pero lo que no sabes es que mientras más me alejaba,
más me apagaba.
Ahora soy una estrella que ha perdido su luz 
y siempre la encuentra cuando te ve sonreír a lo lejos.

Creo que merezco algo que me destroce por completo.
Ven, sí, tú.
Porque hay personas como yo a las que nos aburre la calma, 
así que prefieren la tormenta antes que el tormento
de escucharse a sí mismas cuando nadie más habla,
cuando nadie baila 
y todo parece una escena sacada de una película de ciencia ficción.

Contigo empezó lo que conmigo terminó, 
así que mírame bien a los ojos 
cuando te hablo bajito, 
cuando quiero pasar desapercibido en un mundo que arde en llamas 
y es que tú no me llamas cuando necesito escuchar tu voz.
Y por eso estoy igual que él: ardiendo.

Me estoy acostumbrando a ser la canción que todos quieren olvidar,
a ser el viento que todo se lleva, pero que antes todo destruye,
porque soy tornado, 
soy destrucción para quien, como tú, decide acercarse un poquito más.
Por masoquismo o por curiosidad.

Le pusiste mi nombre a tus ojeras,
pero yo le puse tu nombre al amor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario