He
tropezado contigo en muchas canciones. Siempre que te veo me pregunto, ¿y esa
chica por qué está tan triste? Y luego me acerco a ti y te abrazo, y te me
quedas viendo raro, claro, porque soy un total y absoluto desconocido. Entonces
te dejas llevar por el momento. Cierras los ojos. Suspiras. Y exhalas todas las
cosas podridas de adentro. Y me regalas una media sonrisa sobre mi hombro. Y el
mundo, de repente, quiere ser mi hombro. Me siento mundo. Me das las gracias.
No tienes por qué, te repito. Y después te doy las gracias a ti, por ser lugar,
por ser hogar, por ser el rincón donde me siento seguro del mundo. Suenas como
una canción de Amy. Tan triste. Tan detonadora. Tan sentimental. Y comienzas a
bailar mientras te pones las estrellas en las pupilas, porque se te han caído
hace mucho tiempo. Y tus ojos parecen llevar dentro todas las noches en las que
nos perdimos hasta colapsar, uno con el otro. “Nosotros”, late en mi mente.
“Nosotros ahora somos un eclipse que tardará una vida”.
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