Me
causa un escalofrío el hecho de pensar que, al final de esta canción,
terminaremos siendo dos desconocidos. Y que jamás nos volveremos a mirar como
si mirásemos la única salida de Roma, o como si fuésemos la única respuesta a
todas las preguntas. Algo hay de cierto aquí: las personas una vez que se
conocen del todo, utilizan todas sus fuerzas en intentar desconocer el infierno
del otro. A nadie le gusta quemarse, mucho menos en fuegos ajenos. Pero, por
ironía, a todos nos gusta el placer de morir: fumar, beber, amar. Nos gusta la
muerte lenta y dolorosa.
Después
de tantas verdades envueltas en una broma, o de las tantas mentiras que
escuchamos cuando la mirada del otro intentaba apagar las luces de su
habitación y dormir todo un septiembre, hasta que la tranquilidad llegase a ese
corazón que tan dañado estaba tras la devastación.
¿Pero,
cariño, acaso nosotros no estábamos tan dañados después de todo? ¿Cuánto daño nos hizo septiembre? Las
heridas eran evidentes, aunque las intentáramos maquillar con una sonrisa que
nada sabía de ser feliz.
A
día de hoy no he encontrado un concepto que nos defina como merecemos, y he
llegado a la conclusión que a algunas historias el final les queda demasiado
corto para la altura de las páginas anteriores. Y todas las líneas que
subrayamos con ánimos de no olvidarlas jamás, porque eran lo más parecido a
nosotros.
Dicen
que para cada historia hay un final, aunque a veces no es digno.
Te
quiero, y no es excusa. No me estoy excusando de mis errores, ni de mis
tropiezos. Te quiero, y lo sientes.
Aunque ahora seamos desconocidos que se piensan cuando están a solas. E
intentan apartar la mirada cuando se topan accidentalmente por la calle. Pero
que sonríen cuando en la radio suena su canción y que por las noches comparten
lágrimas con almohadas diferentes.
Ojalá
hubiésemos volteado a vernos en nuestra despedida. Ojalá una despedida sólo
significase dejar ir, y no irse uno también. Y quedarse, después de todo,
sin nada.
Tenés razón. Hay finales que quedan tan cortos, tan poco dignos. Septiembre no nos hizo daño, nos hizo ver que estábamos dañados. Por eso me fui, por eso se fue, por eso no miré atrás. Porque hay historias que no merecen un final. No sé. Jajajajajaja.
ResponderEliminar