miércoles, 16 de diciembre de 2015

Después de todo, nada


Me causa un escalofrío el hecho de pensar que, al final de esta canción, terminaremos siendo dos desconocidos. Y que jamás nos volveremos a mirar como si mirásemos la única salida de Roma, o como si fuésemos la única respuesta a todas las preguntas. Algo hay de cierto aquí: las personas una vez que se conocen del todo, utilizan todas sus fuerzas en intentar desconocer el infierno del otro. A nadie le gusta quemarse, mucho menos en fuegos ajenos. Pero, por ironía, a todos nos gusta el placer de morir: fumar, beber, amar. Nos gusta la muerte lenta y dolorosa.
 
Después de tantas verdades envueltas en una broma, o de las tantas mentiras que escuchamos cuando la mirada del otro intentaba apagar las luces de su habitación y dormir todo un septiembre, hasta que la tranquilidad llegase a ese corazón que tan dañado estaba tras la devastación.

¿Pero, cariño, acaso nosotros no estábamos tan dañados después de todo? ¿Cuánto daño nos hizo septiembre? Las heridas eran evidentes, aunque las intentáramos maquillar con una sonrisa que nada sabía de ser feliz.

A día de hoy no he encontrado un concepto que nos defina como merecemos, y he llegado a la conclusión que a algunas historias el final les queda demasiado corto para la altura de las páginas anteriores. Y todas las líneas que subrayamos con ánimos de no olvidarlas jamás, porque eran lo más parecido a nosotros.

Dicen que para cada historia hay un final, aunque a veces no es digno.

Te quiero, y no es excusa. No me estoy excusando de mis errores, ni de mis tropiezos. Te quiero, y lo sientes. Aunque ahora seamos desconocidos que se piensan cuando están a solas. E intentan apartar la mirada cuando se topan accidentalmente por la calle. Pero que sonríen cuando en la radio suena su canción y que por las noches comparten lágrimas con almohadas diferentes. 

Ojalá hubiésemos volteado a vernos en nuestra despedida. Ojalá una despedida sólo significase dejar ir, y no irse uno también. Y quedarse, después de todo, sin nada.

1 comentario:

  1. Tenés razón. Hay finales que quedan tan cortos, tan poco dignos. Septiembre no nos hizo daño, nos hizo ver que estábamos dañados. Por eso me fui, por eso se fue, por eso no miré atrás. Porque hay historias que no merecen un final. No sé. Jajajajajaja.

    ResponderEliminar