sábado, 5 de diciembre de 2015

Diciembre de los finales y los comienzos

Diciembre está en casa, y con él la época más triste y la más bonita del año. Bonita porque ves a gente que no has visto por mucho tiempo y triste porque toca que sentarse en la mesa y ver cuántos no se volverán a sentar nunca más. 

Las luces comienzan a llenar la ciudad, el olor a pino es irremediablemente nostálgico, los anuncios navideños invaden la televisión y la gente habla sobre las fiestas. 

Y me pongo a pensar en cuántas personas se fueron quedando en el camino este año; a cuántas les dije adiós entre suspiros que producían cierto dolor en mis pulmones; a cuántas personas les llamé con desesperación porque realmente estaba con muchas ansias. Y, joder, cuánto tiempo es un año, ¿un suspiro? Supongo, porque el tiempo se pasa tan rápido, que es prácticamente imposible detenerse a observar el paisaje. Cierras los ojos, estás aquí; los abres, estás allá. En un pestañeo suceden cambios, y yo no sé si he cambiado, y si lo he hecho, espero que para bien, porque detestaría la idea de ser alguien que odio ser. Quiero mirar mi reflejo en el espejo y ver que todavía sigo siendo yo, que no me falta ni un gramo de esencia ni razón de ser.

Lo que sí me llevo de todo lo vivido son las experiencias nuevas que descubrí con desconocidos, son las sensaciones jamás antes sentidas a flor de piel, son las risas que me hicieron temblar mis cimientos, son las veces en las que me senté a contemplar los atardeceres mientras pensaba cuán agradecido estoy por tener a la gente que quiero, son los instantes que marcaron un antes y un después, son las miradas accidentales que me costaron la tristeza, son las sonrisas que aún puedo extender, son las veces en las que sentí que era suficiente y paré retrocediendo un paso a donde me estaban esperado con los brazos abiertos, son las veces en las que volteé a ver atrás y vi que muchos supieron esperarme. 

Hoy, hace un año, no sé qué sería de mí, pero sí sé cuánto han cambiado las cosas y las personas desde entonces, porque tengo más fotografías en marcos en la sala de estar, que personas a las que llamar cuando estoy perdido.

Ojalá me entiendas, y ojalá vuelvas un día a ocupar el espacio que dejaste entre costillas, a llenar ese hueco que taladraste en mi corazón. Ven, algún día, a visitarme. O tan siquiera a sentarte conmigo a recordar lo que solíamos ser. Y cómo el tiempo todo lo disipó.

De nada sirve arrepentirse de los errores que cometí, de los amores con los que tropecé, de las heridas que dejé o que me dejaron, porque quiero que la mala hierva crezca lejos de mis raíces, no quiero que se infesten ni que se enfermen de odio. 

He decidido que para amar, primero tengo que amarme a mí mismo; para ser feliz con alguien más, tengo que serlo conmigo y, quien quiera amarme, tendrá que aceptarme tal cual ruina soy. Porque no se puede hablar de amor sin antes hablar de aceptación, de lo que uno es y ha sido, de quien es a pesar del tiempo.

Yo siempre me tendré en la cima de mis planes y opciones, eso lo tendrán que aceptar, porque he sido el plan b y la segunda opción todo este tiempo, y no me merezco eso. Merezco algo más que eso, merezco todo lo que se me pasa en mente envuelto en un sueño, disfrazado de ilusión y los ojos brillantes como perlas. Merezco ser tu ilusión, tu esperanza, tu "ojalá vuelva a verlo", tu "ojalá no se olvide de mí, porque yo jamás me olvidaré de él", tu "ojalá no mueras nunca", tu "ojalá vuelva a suceder otra vez". Quiero ser tus ojalás que llenen tu vida de luz.

El año está por terminar, tan sólo queda abrazar lo que está y sentir que es parte de ti.

2 comentarios:

  1. Me encanta todo lo que escribís!!!! Podes escribir sobre las segundas oportunidades? Genio

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  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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