Muchos no sabrán lo que es ir por la vida queriendo tropezar con alguien que nos cure hasta las raspaduras, por tantas veces que la vida nos empujó hacia el abismo y no supimos estar dentro, tampoco supimos convivir con nuestros fantasmas interiores. No sabrán lo que es querer que pasen muchas cosas, así sea algo místico, pero tristemente lo único que pasa es la vida. Corremos en direcciones opuestas, porque en la dirección que íbamos no nos llevaba a ninguna parte, excepto al mismo sitio de siempre (como si eso fuese llegar a algún lado). Nos cansamos de seguir lo mismo, de las rutinas, de los sentimientos, de tratar de encontrarle un sentido a la vida, nos cansamos de amar, de darlo todo y quedarnos con nada. Ya no caminamos; corremos en polos opuestos con la esperanza de que en alguno de ellos podamos echar nuestras raíces.
Así que miramos al cielo nocturno y esperamos a que las estrellas nos guíen durante el camino. Entonces nos quedamos quietos, muy quietos, sin hacer ruido, esperando a que la soledad venga a hacernos compañía y a abrazarnos por la espalda, porque si vamos a derrumbarnos, por lo menos queremos estar alejados de todo lo que queremos, para no causar ningún tipo de daño.
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