martes, 10 de febrero de 2015

Desconocida

No te conozco aún, no sé qué sabor de helado te gusta, si te gusta la limonada o no, no sé si prefieres un domingo por la tarde pasarte tirada en el sofá con alguien viendo una película o si prefieres estar todo el día en cama. No lo sé, como tampoco sé si tú también estarás escribiéndole a un chico, que ojalá terminase siendo yo, pero eso tampoco lo sé. La gente le escribe a alguien que le inspira y que conoce, pero hoy yo he roto la rutina, te escribo a ti, que no sé absolutamente nada de ti, no sé de qué nacionalidad eres, si eres de un rincón de América o si traspasas las fronteras y eres de otro continente. No sé tu nombre ni tu edad. Tú tampoco me conoces, no sabes nada acerca de mí, no sabes de mi manía de escribir y de cantar por las madrugas mientras me prendo un cigarrillo. Si algo he aprendido es que una persona perdida y un amanecer no hacen buena compañía. No pretendo que tropecemos con la misma piedra, tampoco sé si algún día llegaremos a la misma biblioteca y mientras buscamos un libro, nuestras narices se rozarán. Y luego te invitaré a comer pizza y a ver series por las noches. Escucharemos canciones que aún nos duelen y nos reiremos, luego las pondremos en el soundtrack de nuestra vida. Caminaremos e iremos de vez en cuando al parque a contarnos cómo nos fue, si tuvimos un día de mierda o si fue uno no tan malo. Te mentiré y segundos después te morderé los labios y te diré la única verdad que ya conoces: que te quiero. Que te quiero como nunca he odiado a alguien, con una intensidad que supera mis expectativas, que incluso esta persona rota que soy se sorprenderá de sí misma.

Después te veré de reojo mientras pasas con otro chico, por fuera actuaré como si no me importase, pero en realidad por dentro me estaré desgarrando el alma. Teniendo una batalla conmigo mismo que espero ganar, pero al final, veré un atardecer y me recordará a ti: a tus colores favoritos, que son los que tiene el crepúsculo minutos antes de que las estrellas aparezcan. Y entonces la noche me llamará idiota. Y lo creeré. Y no sabré hacer otra cosa que volver a leer nuevamente las conversaciones que tuvimos tiempo atrás. Soy una persona que se acostumbra demasiado rápido. Me acostumbraré a ti y después no sabré qué cosas hacer sin ti que no sea echarte de menos y necesitarte cada segundo de mi vida. Te sonreiré temblando, pero en realidad, eso sólo significará que estoy a punto de desbordarme.

Todas las cosas que nos diremos nos advertirán que después nos dolerán al recordarlas y que por las noches lloraremos porque todo no fue como creíamos, todo será un poco gris, opaco. Que duró un breve instante.

No hay comentarios:

Publicar un comentario