jueves, 26 de febrero de 2015

Manhattan

A veces sólo se necesita creer en alguien o en algo,
en finales felices,
en salidas de emergencia a todo este caos sentimental,
en tijeras capaces de cortar nudos en la garganta desde adentro,
en los pájaros sobrevolando el cielo gris,
no sé,
es triste ver cuando las golondrinas cantan y vuelan bajo,
avisando que pronto llegará la lluvia
y con ella los recuerdos que dejé en el pasado.
A mí el invierno siempre me ha parecido demasiado triste,
a lo mejor es porque con él me identifico los 365 días al año.
Lluevo hacia adentro,
grito hacia adentro,
siento hacia adentro,
hacia donde no tengo agujeros para que salga toda esa tristeza,
por eso me inundo hasta la coronilla
y después no sé cómo salir de ese naufragio.

A veces sólo se necesita sentarse a leer un libro de poesía
mientras miras el vaho de la ventana
intentando escribir con la mirada nombres de personas que echas de menos,
de gente que querías eternizar en más páginas en este libro llamado vida,
es muy triste mirar años atrás y darse cuenta de que ya no somos los mismos,
de que todo ahora es un poquito más opaco,
que incluso nuestra mirada ya no tiene el mismo brillo al momento de disparar al futuro
y que la manta nos queda demasiado pequeña para protegernos del frío.
Crecimos y lo hicimos tratando de sobrevivir en un mundo donde el plan era vivir.
Es tan doloroso ver fotografías y darse el portazo más grande contra la vida,
toparse un día con viejos amigos
y hablar sobre lo que nos hemos hecho en todo este tiempo 
y ver que ellos supieron salir adelante
cuando nosotros estamos a punto de darnos por vencidos
mientras miramos al cielo esperando respuestas.
A veces la vida es un reflejo de lo que nunca podré vivir.
"Espera, no te vayas", recuerdo que le dije a alguien mientras se iba,
recuerdo perfectamente el sonido que produje al momento de romperme,
fue como el más fuerte estruendo que culmina la tormenta,
aunque en ese momento se desató en mi vida.

A veces sólo se necesita poner una canción triste en el reproductor
y dejar que los versos sangren por la historia de detrás de ellos,
dejarse llevar por la melodía a cualquier lugar del recuerdo
e imaginar lo que nos faltó por vivir con determinadas personas.
Ojalá cerrando los ojos se solucionara la mayor parte de nuestros problemas,
que son, déjame recordarte, por culpa nuestra.
No supe decir las cosas en el momento,
las grité cuando ya nadie me escuchaba.
Y entonces ahí, en ese preciso instante,
lo único que quedaba en mi ciudad eran ruinas.

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