viernes, 24 de abril de 2015

La chica de la avenida de los sueños rotos

Se soltaba el pelo a mitad de una canción, se lo alborotaba cuando gritaba, porque eso de cantar se le daba fatal. Pero algo puedo asegurar: desafinaba tan bonito las canciones, que tan sólo escucharla daban ganas de arreglarle la tristeza. Se veía suspendida a mitad del cielo, pero también a mitad de un beso que le calase todos los años en que ha estado triste, pero no lo refleja, ella tiene otra forma, la que más duele, por cierto, que era: sonreír. 

Ella no era imposible, pero tampoco se dejaba engañar fácilmente. Estaba hecha de pedazos que otros fueron dejando, ella los recogió y se construyó desde abajo, desde donde duele aceptar que, las personas no son lo que aparentan, que te dejan un gran desastre y un gran naufragio cuando se van. Que todo se queda a la deriva. Eso lo sabía de memoria: las despedidas son una mierda, pero lo que le cuesta aceptar no es que se hayan ido, sino que tiempo atrás quiso que nunca quisieran irse de su lado. Eso jode. Eso la atormenta cada noche antes de dormir, cuando sus pensamientos la invaden, saliendo desde abajo de la cama: monstruos, los llamaron. En sí, son miedos. Y de los peores. 

Las cosas cambian, los sentimientos se oxidan, y lo que te daba oxígeno, también se lleva el tanque de reserva reservado para otro. 

Le gustaban los girasoles cuando el viento soplaba fuerte y se llevaba los pétalos consigo, entonces reía, y decía que eso era lo más parecido a la vida: dejarse llevar por las ráfagas más violentas hacia lugares que no tenemos idea. Y que ojalá encontrase a un chico que le pusiese espinas en la coraza, y no flores. Para que así nadie la lastimara. 

No le gustaban los relojes. Odiaba las cosas que pasan cuando éste pasa demasiado rápido. Lo ligero que puede llegar a ser un beso con la persona correcta, pero casi nadie habla de esa eternidad que se forja ahí. 
Los momentos pueden durar un instante, pero el recuerdo es eterno. 
El olvido es eterno. 
Las personas a las que ha amado, son eternas. Así la hayan herido. 
Ella también es eterna para quien haya marcado, 
dejado huella, 
o besado.
Nadie la olvidará, y meto las manos al fuego por eso.

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