viernes, 10 de julio de 2015

Diana

Es una chica insegura,
duda de todo,
hasta del retrato hablado
donde luce preciosa
con su vestido de estrellas
y su tatuaje en su muñeca izquierda:

livin' on the fucking edge.

Es impuntual,
llega tarde a las oportunidades
y ha perdido varios trenes ya.
Odia los aeropuertos,
pero ama viajar,
conocer mundo,
desconocer gente.

Baila su canción favorita
con el revólver puesto en las sien,
sus vecinos se han quejado con la policía
por el escándalo de una vida que no tiene riendas.

Cada noche prepara cena para dos,
aunque termine teniendo una cita con la soledad,
con las velas quemadas
y la música no se detiene,
sigue,
como sigue ella cuando está herida,
cuando anda con sus alas caídas
y la mirada cuesta abajo.
Sigue como siguen los años -sin nadie-.

La vida la tiene nostálgica,
con ojeras
y sin ánimo.

Por la mañana:
lágrimas,
lluvia, 
café
y pan tostado.

Echa de menos un hogar,
a su madre,
a su padre
y a su hermano pequeño.
Nueva York le es inmensa 
para lo sola que se siente a veces. 
Ciudades llenas, 
gente vacía.

Quiere ser artista,
aparecer en una revista
y luego quemarla.
Así de impredecible.

Quiere ser la musa
de un Picasso
que la retracte sonriendo,
porque quiere volver a verse feliz,
al menos,
recordar cómo era antes de este desastre.

Quiere ser la canción favorita
de un compositor
y sonar como la más triste del mundo.

Cuando abraza,
no es que te componga los cristales rotos,
sino que te rompe hasta las costillas:
tiene una fuerza para hacerlo
como solamente sabe abrazar una chica
que se deja ir por la vida
porque se ha cansado ya
y anda descalza por la ciudad de espinas.

Ha atravesado mares
cuando, en realidad, tenía ganas de ahogarse
y de no salir nunca más a la superficie
y despertar en una isla desierta
donde se vea el crepúsculo
y escuchar cómo el mar se calma mientras anochece.

Su nombre es Diana,
a ver quién tiene la mejor puntería
y le da en su punto débil.

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