domingo, 12 de julio de 2015

Siempre fuiste tú

Soy ese hijo de puta que rompió corazones, 
que destapó botellas con la soledad, 
que echó a la noche en una copa 
y se la tomó junto con sus antidepresivos.  

El que pensaba que enamorarse era de gilipollas, 
y ahora le da por pensar que es el gilipollas más grande del mundo 
por vender que el amor es una ilusión que termina en decepción.
Es que, mírate, 
apareces tú con ese huracán de sonrisas, 
haciéndole cosquillas a mis miedos 
y haciendo temblar a los monstruos que llevo en las costillas. 
Y es imposible no tambalear desde mis cimientos.

Y pienso que la vida no hace el amor, 
es el amor quien hace la vida 
y tú con ese desencanto de boca, 
lanzas dardos con la mirada 
y terminan en mi pecho
-justo donde me dueles-. 

Y es que, ahora lo entiendo todo, 
siempre fuiste tú, 
en algún estribillo de mi canción favorita
te encontraba por arte de magia 
y el truco era ver las estrellas 
y se ponían más guapas que de costumbre 
y su brillo se parecía mucho al de tus ojos cuando me ves. 

Siempre fuiste tú 
la canción, 
la película 
y el poema 
que todos llegan a odiar en algún punto de su vida 
porque se identifican tanto, que terminan quemando. 

Pero bésame, 
no te detengas. 
Que sin tu sonrisa 
el cielo deja de brillar. 

Y cuando trato de sacarte de mi cabeza, 
apareces quinientas veces más 
y todo se va a la mierda. 
Enséñame a bailar en la pista de la vida, 
porque desde que tengo memoria, 
es ella quien me ha pisado los pies 
y ahora es mi turno de pisártelos a ti. 

Sé mi guía, 
el lugar favorito de mi huida, 
el aprendizaje de mi caída. 
Sé todo, menos algo.

Y como bien dice Loreto:
"Los que entienden de naufragios 
saben que cuando se sale a la superficie, 
es sólo para coger aire. Y volver a hundirse". 
¿Ahora entiendes por qué siempre me ahogo en ti? 
Es por la magia que se supone que une dos corazones 
que saben quemarse hasta ver al sol arder 
y las nubes son el papel que desemboca 
el peor incendio forestal. 

Somos el escape de un suicida, 
la última carta de un enamorado a su prometida, 
la bala perdida entre tanto polvo, 
la "x" que tanto busca la ciencia 
y el atardecer que nos rompe. 

Lo que sé de poesía 
lo aprendí con tu labios, 
con ese sabor a cereza 
y ese vaivén de caderas. 

Quién me iba a decir a mí 
que tú mantenías el secreto de las mariposas bajo la falta 
y que nos hicieron falta muchos veranos para entender que todo se mantenía a flote 
y que el salvavidas fue, en realidad, el iceberg que terminó hundiéndonos. 

La vida y sus formas preciosas de matarme 
a través de ti.

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