martes, 28 de abril de 2015

Suicidas sentimentales

Mírame: estoy hecho polvo. Ya no recuerdo la última vez que me sacudí de ti, que me dieron ganas de hacerlo todo con el cielo, aunque se estuviese cayendo a pedazos agigantados. Yo lo que quise desde un principio es que no hubiesen finales en nuestra historia, que utilizáramos más los puntos suspensivos, que hubiese ese tiempo de tensión y de angustia de qué pasará ahora, qué sigue después de ti. Pero no, decidimos usar más de nuestras excusas para alejarnos, uno del otro. Estábamos locos, éramos almas gemelas amantes de las medias naranjas agrias, de todo aquello que siempre nos ha prometido los sueños más bonitos al lado de alguien, pero que terminaron siendo las pesadillas más absurdas de nuestra vida. No todo lo que brilla es oro, eso lo comprobé al ver tu sonrisa. Brillaba como un jodido diamante. Y tus ojos eran como perlas negras, habitaba tanta noche dentro, que daban ganas de dormir siempre en ellos. Cuando te brillaban sabía que eran esas cosas por las que tenía que ir. Y darlo todo.

¿Fuimos correctos? ¿Estuvimos en el momento adecuado? O fuimos incorrectos en el momento incorrecto. Imposibles que se resignaban a entender el significado de la misma palabra. A ser un concepto inexplicable de una fórmula que nunca salían bien las cuentas.

Todo se pudo ir a la mierda en un abrir y cerrar de ojos, quizás después el viento se hubiese encargado de limpiar las huellas del crimen. Fuimos criminales, fuimos amantes fugaces, lo malo es que ahora todo me recuerda a eternidad, todo este diluvio que se desató cuando tu boca se abrió para despedirse de mí, ese último abrazo que fue el detonador de la bomba. 

Mírame: estoy hecho plomo. Salen balas de mi boca. Las palabras, en cualquier estado de ánimo en el que te encuentres, ¡ten cuidado!, porque son los tatuajes que saben ser eternos. Que te persiguen hasta por los rincones más solitarios de la ciudad y que siempre, por muy despistado que estés o por mucho que intentes no pensar en ello, siempre terminan siendo los que hacen que sangres en una sonrisa o al llorar. 

No hay nada más triste que aceptar el hecho de que, el tiempo en el que uno estuvo intentándolo todo para que funcionara, fue el mismo que el otro utilizó para que no salieran bien las cosas. No se trata de echar culpas, al final nos convertimos en suicidas sentimentales, matamos silenciosamente los sentimientos al enamorarnos de alguien que no nos puede corresponder. Somos esa jodida bala que está en la recámara para ver quién la utiliza primero. 

Esto no es tan fácil como se cree, el amor es tan complicado, que tan sólo pensarlo me entra vértigo. Enamorarse es cuestión de dos, el que se enamora sin ser correspondido es el que sufre las consecuencias. Pero eso es lo que jode, nosotros no decidimos de quién enamorarnos, ni quién va a enamorarse de nosotros. 

viernes, 24 de abril de 2015

La chica de la avenida de los sueños rotos

Se soltaba el pelo a mitad de una canción, se lo alborotaba cuando gritaba, porque eso de cantar se le daba fatal. Pero algo puedo asegurar: desafinaba tan bonito las canciones, que tan sólo escucharla daban ganas de arreglarle la tristeza. Se veía suspendida a mitad del cielo, pero también a mitad de un beso que le calase todos los años en que ha estado triste, pero no lo refleja, ella tiene otra forma, la que más duele, por cierto, que era: sonreír. 

Ella no era imposible, pero tampoco se dejaba engañar fácilmente. Estaba hecha de pedazos que otros fueron dejando, ella los recogió y se construyó desde abajo, desde donde duele aceptar que, las personas no son lo que aparentan, que te dejan un gran desastre y un gran naufragio cuando se van. Que todo se queda a la deriva. Eso lo sabía de memoria: las despedidas son una mierda, pero lo que le cuesta aceptar no es que se hayan ido, sino que tiempo atrás quiso que nunca quisieran irse de su lado. Eso jode. Eso la atormenta cada noche antes de dormir, cuando sus pensamientos la invaden, saliendo desde abajo de la cama: monstruos, los llamaron. En sí, son miedos. Y de los peores. 

Las cosas cambian, los sentimientos se oxidan, y lo que te daba oxígeno, también se lleva el tanque de reserva reservado para otro. 

Le gustaban los girasoles cuando el viento soplaba fuerte y se llevaba los pétalos consigo, entonces reía, y decía que eso era lo más parecido a la vida: dejarse llevar por las ráfagas más violentas hacia lugares que no tenemos idea. Y que ojalá encontrase a un chico que le pusiese espinas en la coraza, y no flores. Para que así nadie la lastimara. 

No le gustaban los relojes. Odiaba las cosas que pasan cuando éste pasa demasiado rápido. Lo ligero que puede llegar a ser un beso con la persona correcta, pero casi nadie habla de esa eternidad que se forja ahí. 
Los momentos pueden durar un instante, pero el recuerdo es eterno. 
El olvido es eterno. 
Las personas a las que ha amado, son eternas. Así la hayan herido. 
Ella también es eterna para quien haya marcado, 
dejado huella, 
o besado.
Nadie la olvidará, y meto las manos al fuego por eso.

domingo, 19 de abril de 2015

Cambios

Yo sé que, de alguna forma, no se trae de vuelta dos veces a la persona que uno fue al mismo sitio. Porque hay heridas que se van abriendo cada vez más con el tiempo, hasta que un día te plantas frente a un espejo y miras que eres completamente una herida, una herida que no se resignó, y así fue imposible ser cicatriz. 

Te desconoces.

Y la peor forma de echar de menos es echarse de menos. Es cierto, vivimos en un mundo de rápidos cambios, y cambios bruscos, es decir, de 180 grados. Vamos cambiando, van cambiando nuestros sueños, algunos miedos se van apagando, mientras otros se van encendiendo de golpe. Conocemos a personas que nos hacen cambiar la visión que tenemos hacia ciertos temas, también están las que nos hacen querer morir, pero en sus brazos. 

Yo de mayor quise ser la risa de mi madre, pero pienso que es demasiado bonita como para llegar a ser algo similar. No sé, ríe como si nada le hubiese dolido, entonces comprendo que la felicidad existe en verla aquí, sonriendo, en ver que tiene los amaneceres más bonitos que nunca nadie le ha regado a otra persona. 

Sé de manos que piel que tocan, piel terminan quemando. 

Atrévete a ser el león que va por todo, que es el rey de la selva. Que no le tiene miedo a nada, pero tampoco seas aquel a quien le tiene miedo todo el mundo, no vayas dejando sangre por terreno que pisas, camina mejor dejando sonrisas que calan noches frías al recordarlas, sentimientos que sean capaces de encender las estrellas cuando todo sea oscuridad, sé esa canción que reproduzcan porque les recuerda a ti. Sé ese "Ojalá algún día vuelva a verle".

viernes, 10 de abril de 2015

Los 7 pasos para olvidarte

Cariño, he estado manejando por mucho tiempo a ninguna parte, no voy ni quiero llegar a donde no estás tú. Son sólo coordenadas sin sentido, que me indican dónde están los puntos cardinales, pero que no me dan pista alguna sobre los rastros de tu sonrisa. Tú, por ejemplo, no sabrás que quien se queda, también se va contigo, aunque éste no sepa a qué lugar. Se me están oxidando las ganas, las fuerzas, en sí, todos los esfuerzos para escalar montañas, cruzar océanos, correr entre brasas, aceptando el infierno que es quedarse sin tener alguna pista de aterrizaje. Tampoco que alguien te dé alas para volar, lejos, volar, lejos, volar. Algo así es esta melancolía que no termina, esta rutina que implica recordar tus manías, tus lunares, tus constelaciones.

Desde un principio fui sincero contigo: lo que más amaba de ti 
era
tu
oscuridad. 
Porque sin necesidad de apagar las luces, tus estrellas eran capaces de ser vistas a plena luz del día.

Tu sonrisa superaba por mucho al sol, por eso a veces no te iluminaba., ¿recuerdas? Sí, esos días en los que me decías que nada te calaba, que ni siquiera los rayos más radiantes podían calentar un poquito ese corazón hecho trizas. 

A mí me dejó de calentar desde aquel día, no lo pronunció siquiera, no quiero recordar la maldita fecha ni la hora, ni el dónde ni el cómo, simplemente tú sabes a lo que me refiero. 

Ha pasado mucho tiempo desde entonces, pero aún hay rastros de ti aquí, no he sido capaz de quemar las fotografías, las cartas que nunca te mandé porque no hubo tiempo, las noches de abril que se quedaron pendientes para acampar y ver las leónidas más cerca, porque según el pronóstico iba a ser vista una lluvia de meteoros. Pero como te iba diciendo, ya ha pasado tanto frío, que siento que ya es hora de hacer algo conmigo mismo.

Sonrío, y no es por ti:
subí el primer de los 7 escalones
hacia la victoria,
que es,
déjame recordarte: 
olvidarte.

El primero es sonreír sin ti,
el segundo: hablar de ti sin que duela;
el tercero: ir a donde solíamos ir juntos;
el cuarto: no encontrarte en otras chicas;
el quinto: escribirte una carta de despedida;
el sexto: gritarle al olvido tu nombre;
y el séptimo: perdonarte lo que tú nunca me perdonarías.

martes, 7 de abril de 2015

Ojalá

Canciones que te salvan del naufragio, que te invitan a pasar cuando todas las puertas se te cerraron de golpe. 

Caricias que te derritieron hasta el hielo más oculto, que te dieron calor y una urgencia innata de no querer que esas manos te apuñalaran jamás. 

Abrazos que construyen puentes, que levantan muros y les llegan luz a las partes que pensaste que estaban muertas. 
Florecen los capullos en campo de guerra, 
el sol sale entre las montañas, 
el cielo parece sonreír
vistiéndose de azul veraniego,
y tú, 
tú sigues, 
solamente. 
Cómo, no sé.
Como puedes, tal vez. 
Recoges las fuerzas que aún te quedan, 
y tú sigues.

Enemigos que se disfrazaron de piel de amigo para descubrir tu lado oscuro y después burlarse a escondidas.

Voces que llegan a calarte el alma, y almas que llegan a enredarte los pensamientos. 

Corazones a prueba de bala, que se deshacen con el más sincero beso. 

Despedidas que, por lo contrario, terminaron por ser la pieza que te ayudó a levantarte, que te dieron la mano en el último segundo antes de caer al pozo sin fondo. Y se dijeron a sí mismos: "Esto debí hacerlo hace mucho, debí irme cuando sentí que se me estaba haciendo demasiado tarde para ir a cualquier parte, pero lejos de aquí".

Golpes de la vida que saben a caricia; en cambio, hay caricias que saben a traición, a "lo siento, mis manos prefieren otro cuerpo", a hipocresía disfrazada con una sonrisa. 

Tiempo congelado ante un acto de sinceridad profunda y relojes que se aceleran para volver a ver a alguien. 

Sonrisas que lloran, 
lágrimas que reflejan la felicidad tan esperada. 

No te vayas, tengo miedo de quedarme en este otoño y que alguien venga a deshojarme, y no seas tú quien se pregunte si te quiero o no, con la esperanza de que sí. 

Yo buscaba una alternativa, dudo tanto que no me expliqué bien, quería una que no implicase que ninguno de los dos partiera, que no estuviésemos en polos opuestos, en lugares equivocados, porque entre un aquí y un allá existe mucha distancia. La vida, como siempre, lo entiende todo mal, la hija de puta. 

Ojalá un día, no sé qué ni quién, ni dónde ni cómo, pero ojalá.

domingo, 5 de abril de 2015

Guerras

Ahora comprendo con lujo de detalles lo que queda después de una tormenta como la tuya. A mí de por sí siempre me ha gustado el invierno, imagínate cuánto amaba estar bajo tu regazo. Te preparaba chocolate caliente y tú, porque a mí se me daba fatal, hacías las galletas. Rentábamos una película en donde la protagonista muere al final y a él, lo único que le quedan son recuerdos atorados en la garganta, impidiéndole gritar. Y llorar. 

Yo, de un tiempo para acá, se me fueron acumulando las lágrimas y no sé en qué mar seco vaciarlas. Tal vez no encontré el tesoro al final del arco iris, pero sí la salida. O quizás cada uno tiene un tesoro diferente, el mío fue haber encontrado la salida después de haber gastado todos los esfuerzos posibles ante una guerra. 

Sobrevolé el cielo gris, independientemente de que llueva, porque los pájaros no saben de colores. Si quieres volar, volarás sin importar el clima. Si yo fuese un pájaro, me mojaría con tal de verte correr y jugar desde las alturas, así mismo me matara un rayo con toda su electricidad y me envolviese en fuego dando giros por el aire. Yo una vez te planteé esta teoría, y me respondiste que me verías como un ave que renace desde su nicho de muerte.

Fui espectador de las vistas más bonitas, y también fui turista de las peores ruinas. Naufragué entre sangre tratando de cerrar la herida, y siendo paracaídas traté de amortiguar la caída que supone querernos.

Sobrevolé las granadas, pero es tu sonrisa la que las hace estallar. El toque de la mano más suave, como la caricia que solamente una madre puede regalarle a su hijo. Es la mirada la que detona la bomba. El sentimiento, en fin. 

Ojalá un día todos sepan que para que una guerra termine es necesario invertir mucho en las caricias, en las palabras de amor, en los "no te vayas, te necesito", en los abrazos capaces de solucionar los problemas que no puede solucionar la ciencia.

Muchos, quieran o no, tienen la necesidad de desvestirse un domingo toda la tristeza, que un lunes puede ser bonito si cambias la mirada de cómo lo ves, que los sábados también pueden ser el día más amargo de tu vida, que una partida es el comienzo de un capítulo más en tu historia.

sábado, 4 de abril de 2015

Salvavidas

No puedo contar con los dedos de la mano
las veces en las que estuve al borde del precipicio
esperando a que vinieses a empujarme. 
O a que saltaras conmigo de la mano
como dos suicidas que se odian a sí mismos 
pero que son capaces de amar.

No se puede actuar como si nada
después de haber tropezado con el mismo error varias veces, 
porque te sabes de memoria el camino hacia él, 
yo me sé la historia detrás de esas preciosas ojeras.
A veces lo único que tienes que saber es que 
me gusta cuando sonríes para nadie, 
simplemente sonríes porque quieres, 
sin motivos, 
sin obligación; 
por necesidad, tal vez.

No se puede bailar con el mismo ritmo 
cuando has caído de rodillas
hasta sangrar, 
cuando has suplicado 
para que alguien no se fuese. 
Y que, al final, se dio por vencido,
apagándolo todo sin mirar atrás.

A mí el oxígeno me sigue dando igual
desde que tú no me lo quitas. 
Da lo mismo que toques fondo 
si no piensas quedarte 
a acompañarme en este valle de soledad. 

Te he visto en un par de atardeceres 
y he querido perderme en más de alguno
para que luego tú salieras corriendo a buscarme, 
aunque supieses que nunca me encontrarías de nuevo. 
Ya he perdido las esperanzas, 
tú ya no sabes quién soy, 
yo aún recuerdo quién eres, 
la profundidad de tu mirada, 
tu forma de caminar, 
el tono de voz que utilizabas cuando me hablabas al oído.
Es terriblemente doloroso ver que, 
a quien le entregaste las balas, 
es quien disparó.

Tu sonrisa es tuya. 
La mía la tengo guardada en la recámara 
porque se desiste a renunciar a ti. 
Yo ya me he cansado de repetirle 
que tú ya has renunciado a nosotros.
A lo mejor tuve que decirle con antelación 
que tú ya te ibas 
para siempre.

Me enseñaste que todo es posible,
que no existen imposibles en las ganas 
y que sólo un idiota renuncia a lo que quiere, 
"a quien quiere", debiste recalcar. 

El golpe final lo dan las personas, 
eso ya deberíamos saberlo. 
Mientras te mantienes a flote,
alguien se lanza al mar para salvarte. 
A ver quién es mi próximo salvavidas.

viernes, 3 de abril de 2015

La respuesta del tiempo

Era un tormento ser yo, la gente me miraba como si yo fuese una enfermedad contagiosa, escuchaba cosas como "Alejémonos, ahí viene el raro". Tuve pensamientos suicidas a una temprana edad, creo que exactamente comencé a experimentar esta clase de tortura a los 8 años, fue realmente horrible porque yo amaba la vida, pero conforme fui creciendo la fui odiando, a un punto que todo esto se tornó demasiado oscuro y sin salida, fui encerrándome demasiado en mí hasta que después no supe cómo salir. Odiaba ser como era, me ponía frente al espejo y sólo veía mucha grasa, aunque los huesos, según los demás, estaban atravesando mi piel. Recuerdo que, en más de alguna ocasión, llegaba llorando a mi casa, me encerraba en mi cuarto y ponía música alta y entonces gritaba, era mi único espacio de libertad en donde podía decir las cosas que me dolían, pero sin que los demás se dieran cuenta, porque la música se las tragaba, no dejaba que pasaran a oídos de los demás. La música fue mi único y mi más fuerte refugio; día, tarde y noche, me dormía llorando y amanecía con miedo de ir a la escuela, los maestros fueron demasiado crueles conmigo también, lo sabía, ellos lo sabían y no hicieron nada para detenerlos. Todo el mundo parecía estar en contra de mí, en contra de un niño que solamente quería ser feliz, pero que una maldita y sucia sociedad impidió que lo fuera. Yo moriría por decir que mi infancia fue jodidamente increíble, pero no fue así, realmente fue un maldito tornado que me arrebató todas las posibilidades de ser feliz. 

No entendí el porqué en el momento, pero el tiempo me dio la mejor de las respuestas: era diferente, mientras que ellos tenían una lucha constante por dejar de ser iguales.

jueves, 2 de abril de 2015

Delilah

¡Hey, Delilah! ¿Qué pasa por tu cabeza? Me han contado que tienes muchos miedos dentro, y que no invitas a pasar. Que te aterra la distancia, porque odias las despedidas, odias estar lejos de alguien que quieres tener a centímetros. 

¡Qué terrible putada! 
¡Malditos sean los kilómetros que separan a dos cuerpos que quieren ser uno solo!

En conclusión: odias estar lejos de lo que te da la vida. Entonces... entonces te partiste en dos en aquel aeropuerto, en aquel abrazo, en aquellas palabras. Te abrieron los brazos y los dejaron así para cuando regreses. No se lo dijiste a nadie, pero una herida -la más profunda de todas- comenzó a formarse en el punto más exacto de los sentimientos. Tu familia vive en Europa, de vez en cuando, les llamas, pero no hay una sola noche en la que no te desmorones llorando, mientras tu mamá te pregunta si te pasa algo, pero tú le respondes que les echas de menos a morir. Que todo tiene un toque nostálgico desde que no estás junto a ellos. 

Tu papá no te lo dice, porque él no es tanto de decir, sino de demostrar. Él te quiere aún como su pequeña princesa, detesta que crezcas, porque en el fondo sabe que pronto abrirás las alas y volarás en otro cielo. Tu mamá reza porque te vaya bien en la vida y para que te vaya bien en el estudio y no perder tu beca universitaria; tu pequeña hermana echa de menos tu sonrisa cada mañana, echa de menos que te tires en su cama y le hagas cosquillas en la panza, echa de menos cada una de tus locuras. Tú eres lo que ella quiere ser de grande, y tú no quieres defraudarla.

Nueva York es terriblemente inmensa, te sientes como un grano de arena, tantísimas personas alrededor, y solamente necesitas a unas cuantas al lado. Soledad es que no te calme ni una ibuprofeno lo que te duele, porque de sobra sabes que ningún medicamento puede controlarlo. Esa maldita herida que se formó en aquel instante en el que viste por última vez tu hogar.

miércoles, 1 de abril de 2015

Punto G

No me preguntes qué hubiese sido de mí si no te hubiese conocido, porque sabes de sobra la respuesta. No me respondas, ¿quieres? Tú, como siempre, dirás que hubiese sido feliz, porque no depende de ti, sino de mí. De cómo tengo que enfrentar las cosas en el instante: con la mejor de las caras, me sugerías. Pero tú sabías que no era tan fuerte como pensaba, mis rodillas eran débiles si no me sostenía de tu hombro. Sentía que todos mis muros se venían abajo, que todo el cielo se caía a pedazos, sin embargo, me hacías sentir seguro en tu hogar, escuchando cómo latía tu corazón y cómo tu pecho calentaba como una chimenea. 

Fuiste mi estación favorita, y la más triste ahora que no estás. Mi invierno favorito, te llamé. Me gustan los días grises, los globos rojos, los cuadros sobre las paredes; también me gusta mantener desordenados los sentimientos, porque con suerte, algún día de estos, uno de ellos se me escapa y va a buscarte. Aunque dicen que lo que se pierde dos veces, jamás se encuentra una tercera vez.

Lluéveme, 
relampaguéame, 
pero, por favor, 
no dejes que la lluvia se lleve lo único que me queda de ti, 
es decir, lo poco que aún se mantiene en pie.

No creías en la magia, pero, de vez en cuando, veíamos cómo las gotas se resbalaban por la ventana y lo apostábamos todo, aunque ese "todo" significase "quedarse sin nada" después. Nos comíamos a besos, a caricias, a mordiscos. Reías cuando te mordía la oreja, o cuando te hacía cosquillas en las plantas de los pies. El punto G de las personas está en donde les hacen reír como si nunca antes hubiesen sabido lo que era estar triste. Tu risa me hacía temblar al escucharla, convertías en oportunidades cada una de las adversidades con tu boca, no querías hablar de guerras, sino de cómo solucionar tanto odio que existe en el mundo. Solucionarlo. Arreglarlo. Ojalá el mundo se detuviese por un momento a mirarte sonreír, para entonces dejar de empezar guerras.