martes, 21 de julio de 2015

El amor de mi vida

Léeme a todas horas,
ámame siempre, 
échame de menos en diciembre 
y necesítame cada uno de enero. 

Lo que yo quería era verte sonreír, 
correrte en una risa 
y que te quedaras a desayunar. 

No quise verte llorar, 
abandonarlo todo en medio de la carretera 
ni que te fueses sino con un "¡lo he conseguido!" entre manos. 

Lo que yo quería era verte loca, 
y yo soy ese gato que
te regalaría sus siete vidas intactas 
por verte feliz en alguna de ellas. 

Prenderle fuego a la chimenea, 
calentarte en un abrazo, 
susurrarte al oído que te he buscado toda la vida 
y todavía sigo sin saber quién eres, 
porque eres de esas chicas que las adorna el misterio. 
Y yo quiero encontrarte, 
descifrarte en un verso 
y así poder entender 
que hay chicas -como tú- que sólo pasan una vez en la vida 
y que cuando se van, 
por castigo o por condena, 
las recuerdas para siempre. 

Tomarte de la mano en un paso de cebra, 
cruzar todos los semáforos en rojos, 
tumbarnos en la cama en silencio, 
pintar en tu rincón favorito de Madrid 
tu canción favorita 
y gritar en una plaza abarrotada de gente 
que te quiero. 
Y que me calles, 
que parezco gilipollas, 
pero que me quieres también.

Quise arreglarte las noches, 
los atardeceres, 
las madrugadas de llamadas de urgencia, 
y terminar diciendo "pero te quiero". 

Hay cosas que te toca que descubrir solo, 
pero qué bonito cuando tú quieres descubrirlas conmigo, 
conocer mundo, 
apreciar vistas, 
refugirme en tus brazos 
y no pensar en que algún día terminarás disparando. 
Aunque el amor, en cierto modo, 
es una pistola puesta en las sien 
que siempre está cargada. 
Y sólo buscas quién apriete el gatillo.

Soy ese que te mira, 
aunque tú no lo voltees a ver; 
el que daría todas sus estrellas 
por verte brillar a ti; 
el que no dudaría ni un segundo en saltar
para sacarte del fondo del precipicio, 
aunque después ninguno de los dos sepa cómo salir; 
el que te escribe, 
aunque tú ya le escribas a otro.

Esta es la historia catastrófica del amor de mi vida 
que ya está con el amor de su vida. 
Esto sí podría llamarse un polo opuesto
porque apuesto que ni siquiera me conoce. 

Ni me conocerá

jamás.  

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