miércoles, 19 de agosto de 2015

Amélie

Basta ya de pronunciar tu nombre a otros como si tú fueses la octava maravilla.
Basta ya de llorarte cuando tú ni siquiera contestas mis llamadas,
que ya lo he dejado todo atrás,
que ya me he rendido hace tiempo,
que ya he quemado nuestras fotografías,
pero, joder,
a veces no puedo sacarte de mi cabeza.

Pero basta ya de echarte de menos,
de necesitarte en cada rincón al que voy,
en cada persona en la que te encuentro,
a veces recuerdo que tú no dabas nada
cuando yo te regalé hasta esas partes a las que me aferré
como si yo fuese un náufrago y tú la tabla
a la que me agarré,
y luego te llamé mi salvavidas.
Y tú seguías sin darte cuenta 

que yo por ti mataba 
a todos los dragones 
que te tuvieran encarcelada.

Basta ya de odiarte en cada canción
porque las cosas no fueron como yo quería,
salieron doliendo las hijas de puta,
y eso era lo último que quería:
que te convirtieras en esa canción,
que uno escucha muchas veces, 

y al final termina odiando. 

Basta de hacerte un hueco en cada plan que trazo, 
ya no quiero que seas mi plan A, 
ni mi lado izquierdo de la cama,
ni la primera opción en la que piense 
cuando 
quiera
huir 
lejos
de 
mí. 
Y me dé el peor de los portazos
al encontrarte con los brazos cruzados, 
y no quieras abrírmelos nunca más.

Basta de ti, 
basta de querer escuchar tu voz 
entonando tu canción favorita
mientras me dices que soy tu verso favorito.

Basta, 
vete, 
toma estas partes, 
son tuyas, 
te pertenecen. 
Pero no te quedes en mí. 

Vuela, Amélie, 
vuela alto 
y lejos. 
Ya otros horizontes te esperan, 
ya otros lugares te hacen un hueco, 
ya otras canciones hablan de ti, 
ya otras manos quieren tocarte, 
ya otras flores sueñan con que las cortes 
y te las pongas en el pelo, 
ya otros amaneceres sueñan con despertarte. 

Espero que tengas un buen viaje 
y una buena y extraordinaria vida, 
que yo seguiré aquí, 
justo donde dejé de ser yo 
y me convertí un poquito tuyo.

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