miércoles, 5 de agosto de 2015

Quizás, quizás

Yo era el único idiota que pensaba que quien hablaba de ti, hablaba de magia. Digo idiota, porque nunca fui tu truco favorito, y yo quise ser ese mito que quisieras dar por verídico. O como cuando te acercabas a mí y me mordías los labios, con ese océano enfurecido que traías bajo sonrisa y el planeta se salía de su órbita establecida.

Tú eras el mar, y yo me sentía como una gota de él. Siempre he pertenecido a ti, pero un día me lanzaste fuera -en la arena de la playa- y el sol me consumió.

Pero, vamos, a quién no le gustaría aventurarse por los sitios de alguien. Solías tener las vistas más preciosas que ningún amanecer supo darme, ni siquiera el oleaje golpea tan fuerte como lo haces tú ahora, que te has ido y he dado por perdido que algún día vendrás. 

Hay personas que te duelen a ratos; otras, por las noches; otras, por canciones; y otras, toda la vida.

No era ludópata hasta que me invitaste a jugar tus cartas y con tus ases bajo la manga. Me decías: "quiero que seas mi lugar favorito". Ojalá un día vuelvas. Ahora, ven, regálame la última partida. El último beso que abra más tu herida en mí.

Regálame más copas y más noches de aquellas, 
mi vicio preferido era verte dormir y comprobar que personas como tú son esas que les queda de puta madre la noche, el jazz y la locura. 

Amy me recuerda que voy de regreso a la oscuridad, y no quiero. Joder, no quiero. Sólo quien ha estado en los brazos de una estrella sabe que hacerlo implicaría no volver a salir de ahí, porque la noche también es un lugar; el lugar de los tristes, de los rotos y de los que echan de menos. Y yo estoy jodido: estoy triste, roto y te echo de menos. Aunque las primeras dos cosas son consecuencia de la última.

Me dejaste sintiendo solo, y eso no te lo puedo agradecer. Es lo realmente difícil: hacerte creer a ti mismo que hay cosas que se quedan en un quizás.

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