Mi niño,
duerme,
sigue latiendo dentro de mí.
A veces necesito con urgencia
que me empujes para hacer locuras,
para tropezar más seguido con piedras,
que con recuerdos
en una noche llena de canciones tristes.
Me hiciste creer en los imposibles
y en las estrellas fugaces,
te sentabas a mi lado
y juntos veíamos el infinito
pasar frente a nuestros ojos
y el muy cabrón no quiso
que
fuésemos
eternos.
Mi niño,
no mueras,
sólo duerme,
quiero que me sigas iluminando,
llenando mis noches de magia
y de imposibles,
que luego nos comeremos.
Mi pequeño gigante,
mi más grande monstruo:
no fuimos el resto,
el resto quiso ser como nosotros.
Y balanceábamos la bandera
en la que creíamos
y alzábamos la mirada
a ese cielo
que tantas veces nos vio
llover.
Ojalá volviese a ser ese niño
que tantísimo odié,
porque lo único que buscaba
era
ser
feliz
en la única forma en la que se puede ser:
ingenuamente.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarExcelente. Genuino. Limpio.
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