miércoles, 2 de septiembre de 2015

De noche y sus putadas

De noche 
y sus putadas. 
Y todo lo que eso conlleva, 
es decir, 
tirarse desde el décimo piso 
de un edificio inhabitable, 
que nadie quiere siquiera acercarse, 
porque se cuentan historias de terror, 
y fantasmas sobre las escaleras. 

Perdón por el desastre, 
siempre fue mío, 
pero una vez te acercaste tanto 
que también quisiste besarlo 
como besa la lluvia a la tierra. 

Escucha, los fantasmas 
son recuerdos que me persiguen 
y me arañan la espalda, 
y la historia de terror trata sobre  
un chico que amó tanto 
que terminó destrozándose en mil pedazos
bajo la luna menguante, 
y luego tuvo que andar a tientas 
por el camino de la vida 
y se enfrentó a cuantos se interpusieron, 
porque él lo único que buscaba
era ser
un chico 
feliz. 
Aprender a sonreír 
sin que le doliesen sus ruinas, 
porque si algo hizo bien fue 
hacerse trozos amando. 

No lo culpes, 
ni a él, 
ni a sus sueños americanos, 
de ser tan valiente y tan cobarde a la vez, 
porque a lo mejor tiene un par 
de canciones que se convierten en personas por las noches, 
y no sabe sobrellevar tal infierno. 

Porque déjame decirte:
no todos duermen tranquilamente, 
no todos tienen sueños bonitos, 
no a todos les sonríe el amanecer. 
Hay gente que padece de insomnio 
y fuma nicotina para llenarse de algo por dentro, 
hay gente que vive las peores pesadillas 
por las madrugadas necesitando lo que nunca supo echar raíces, 
hay gente que es más de ocasos, 
porque se siente como la muerte de algo.

He sido inmigrante 
y he hecho de unos brazos 
el mejor país para migrar 
y congelar el tiempo.

Me pregunto si los salmones 
no se cansan de nadar siempre a contracorriente, 
porque yo, 
creo, 
siento, 
que ya.

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