domingo, 15 de marzo de 2015

Espinas

Pienso más de la cuenta, todo lo hago excesivo, a un punto que termino destruyendo lo que trato de arreglar. Yo sólo quiero que alguien ame mis espinas, aunque entienda que hacerlo significa salir herido, malherido. Pero siempre he pensado que el tiempo a veces es una pérdida más en la vida, porque nos la vivimos esperando a que él cure nuestras heridas, cuando somos nosotros los que nos deberíamos de armar de ganas y de valentía para curarlas. Así como fuimos valientes para amar, también deberíamos de serlo al momento de enfrentar el desastre que quedó después. Y no llorar como unos niños que han perdido lo que sabían que, de tantas veces usarlo, un día se extraviaría y no lo volverían a encontrar nunca. 

Yo amo, por encima de cualquier oportunidad de mierda, siempre me ha parecido una bonita forma de demostrarles a mis sentimientos que todavía los sé usar. Aunque por los muy hijos de puta se tienen unas noches que duelen y no amortiguan ninguna caída. Porque sí, hay noches que se convierten en verdaderos infiernos para el que se queda esperando a quien se ha ido. Y qué triste que eso sea lo único que quede después de todo. Que nos convirtamos, de un día para otro, en desconocidos para quien nos conoce de memoria, para quien se ha memorizado nuestras cicatrices y sabe dónde están nuestros puntos débiles, pero sabe de sobra que nuestros puntos débiles están en alguien, y no en nosotros.

Me gustaría poder decirle un día a alguien que ha sido el mejor error que he cometido. Y sonreírle. Y abrazarle intentado decirle cuánto le echaré de menos si un día llega a irse, pero que ojalá nunca quiera hacerlo. Que se asome a mi abismo y que se deje caer como si yo fuese su mejor caída. Que si me toca, me hundo, pero que quiera hundirse conmigo hasta el fondo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario