viernes, 28 de agosto de 2015

Nunca-para siempre

Espérame un poquito más, 
no tardo en llegar, 
sólo una vida. 
Una de las siete que, 
como gatos, 
nos tocó. 
Y sinceramente no sé si está bien 
tener tantas vidas para lo poco 
que queremos comernos la boca, 
reventarnos la mirada 
al ver una sonrisa fugaz. 

Todavía recuerdo ese lugar 
en el que nunca estuvimos, 
pero que cuando me abrías los brazos, 
siempre íbamos a parar ahí, 
y me sacabas la lengua 
como lo puede hacer una serpiente 
cuando está cara a cara 
con su depredador. 

Todavía siento ese beso 
que no nos llevamos en la maleta, 
que lo dejamos perdido 
en ese atardecer que quedó pendiente 
para el día de después 
a las 4:50 p.m.

Y me ves con esa dulzura 
antes del puñal, 
antes de darme cuenta 
de que chicas como tú 
son inevitables como para tropezar 
una sola vez en la vida. 

Me miro los moretones 
de cuando me maté 
en la curva de tu boca 
y tú me seguiste sonriendo como si nada. 

Y me pones entre la espada y la pared, 
entre coraza y corazón, 
es que acaso aún no te has dado cuenta
de que las corazas me las quitas 
con una mirada, 
me haces sentir tan débil 
cuando lo haces. 

De niño aprendí 
que el golpe de la caída 
es la recompensa por haber intentado volar, 
pero tú, por favor, no me sueltes la mano, 
no quiero caer entre tantos abismos 
que gritan mi nombre. 

La verdad es que, 
echo de menos lo que nunca 
por cobardes, 
pero echo muchísimo más de menos lo que para siempre 
por valientes.

2 comentarios: