domingo, 29 de marzo de 2015

A mí me duelen muchas cosas

Ya deberías saber que las personas son más de lo que callan, que a veces les duele más un "te necesito" a destiempo, que un "esto ya no es posible, hasta nunca". El adiós es solamente una soledad pasajera, pero que ojalá nos durase lo que dura un atardecer en darse cuenta que él también está muriendo al final del día. Que tú mueres también, que te cansas de tanto estar forzando la sonrisa a la gente para no dar explicaciones sobre tu vida, o sobre por qué haces las cosas de esa manera.

Te sientas en medio de la carretera, das un suspiro, miras con qué velocidad el tiempo se acerca a ti y que está a punto de mandarte al hospital, o de matarte en el instante.

Y te quedas quieto, esperando el choque contra ti.

A mí también me duelen muchas cosas, y tengo que ocultarlas. O escribirlas. Y es triste, porque uno tiende a callar lo que le carcome por dentro, en lugar de sacarlo y que sufra las consecuencias quien tenga que sufrirlas. A estas alturas me da más vértigo ver hasta dónde alguien puede llegar con su orgullo, que ver al vacío desde un rascacielos. Hay trenes que pasan solamente una vez por la vida, y tú tienes que tomar las decisiones más importantes en una fracción de segundo. Un "sí" o un "no" dicho demasiado tarde podría cambiar el rumbo de tu vida hacia una dirección lamentable. Algo así son las oportunidades. Tienes que coger los trenes próximos, no esperar a alguien que no perdería los suyos por ti.

Yo también tengo esa clase de días: de no querer salir de casa, de quedarme en cama todo el día viendo televisión, de no desenrollar las cortinas, de no querer que ni siquiera el sol entre a mi habitación ni ver de qué color está pintado el cielo, de llorar todas las palabras que ya caducaron. Yo también, chicos, yo también tengo esos días.

viernes, 27 de marzo de 2015

La chica de las pasarelas de Nueva York

Es la chica de la que habla toda América, 
la que modela por las pasarelas de Nueva York,
la que cuando sale en una revista, 
las niñas salen corriendo a comprarla 
e intentan parecerse a ella.

Pero nadie sabe la historia detrás de ese rostro
y de lo que queda aún de ese cuerpo, 
las noches se le hacen una eternidad,
y no puede controlar sus pensamientos, 
tiene una soga en los sentimientos 
que le impide gritar.

Desde el punto de vista social es un esqueleto;
desde el de la medicina está enferma;
desde el de la religión está poseída por el demonio;
desde mi punto de vista es sólo una niña que quiere gritar
y jugar con las mariposas en el jardín,
pincharse los dedos con las espinas de una rosa,
disfrutar de la infancia que nunca tuvo,
que estuvo atada a contratos que la llevaron a tener desordenes mentales
y alimenticios.

¡Sus clavículas le exigen que pare! 
Su cuerpo está muy débil para continuar. 
Su mente está a punto de darse por vencida. 
Y ella... ella no sabe cómo salir adelante.
Pero, sin embargo, sigue,
muestra su mejor sonrisa a los paparazzi,
las cámaras la aman.

"Sueños americanos", soñaba cuando salió de casa; 
"pesadillas americanas", fue lo único que encontró. 

Camina como puede hasta llegar a la estación,
compra una botella de licor y una caja de cigarros,
se toma la tristeza y se fuma los sueños de ser princesa
de un cuento que nunca nadie supo escribirle
ni leerle antes de dormir.

Sólo quería ser parte de una fantasía,
ninguna realidad estaba en sus planes,
¿qué niña querría que le cortaran sus alas?
Si ella lo único que pedía era volar, volar, y seguir volando.
Quería vivir en un castillo de arena,
que le pintaran el cielo de ese azul bonito.
Quería ser la favorita de papá,
y no la favorita del mundo.

No aguanta más la presión de la fama,
siente que toda ella está a punto de explotar, 
de tirar todo por el precipicio
y de mandar a la mierda toda esta puesta en escena. 
Quiere cerrar el maldito telón de una puta vez,
no quiere estar en la vista de nadie,
sólo quiere dormir sin la obligación de despertarse e ir a algún lado.

Escucha música en los auriculares,
se deja llevar a cualquier parte del infinito universo,
espera hasta la madrugada un mensaje que nunca llegó.

Día siguiente:
despierta,
se lava los dientes,
se mira por un buen rato la cara en el espejo,
se maquilla las ojeras,
intenta ocultar todos sus "la misma mierda de siempre",
se pone su mejor vestido
y se abre nuevamente el telón.

miércoles, 25 de marzo de 2015

Un triste frío verano

Comencé a escribir desde que algo comenzó a dolerme. Es decir, desde que tengo uso de memoria, cada una de mis cicatrices representa una victoria, porque si algo sé, es que la vida, por muchas vueltas que dé, siempre te lleva al mismo sitio en más de alguna ocasión. Eres tú quien decide si bajar o seguir bailando mientras gira. Y yo, aunque han sido muchas veces en las que he querido tener a la mano el botón de apague, sigo pisándole los pies al mundo con este bucle de melancolía.

He sido un guerrero, pero también el enemigo. 
He ganado guerras, algunas las he perdido ante una sonrisa.
He sido campeón llorando, y me han derrotado sin dejar de sonreír. 
He gastado mis siete vidas cometiendo el mismo error. O amando al mismo amor.
He sido amigo, también el peor traidor.
He sangrado por las grietas de este cuerpo roto e inestable.  Inhabitable.
He sufrido insomnio por gente a la que le sigue dando igual tenerme o perderme. 
He sido la víctima, pero también he sido el criminal.

Soy el gato negro al que la mayoría teme un viernes 13, el monstruo bajo la cama que hace temblar de miedo a los niños por las noches, el lobo que se convirtió en mitología cuando hubo una luna llena que le dolió hasta los huesos.

Y tuve que huir.

Dejé mi hogar, dejé empacadas a muchas personas para no herirlas con mis garras. Dudo tanto que también empaqué mis sentimientos, me convertí en lo que odié de niño, pero con el tiempo uno se va dando cuenta que es obligatorio ser fuerte. Que esto es un juego a muerte, y que sólo lo gana quien tiene más resistencia. O la mejor estrategia.

Un triste frío verano. Eso soy.
Tuve entre mis manos el desierto que se me escapó entre los dedos;
en mis ojos, el mar que por fin supe derramar aquel abril donde finalmente aprendí a perdonarme. Supe que por estar recordando tantas cosas, me estaba olvidando de lo importante: de mí.

Comencé a recitarme yo mismo todo lo que la vida me arrebató,
prendí velas a todo lo que echaré de menos hasta el último segundo de mi existencia.
Ojalá alguien me quitase las ganas de dormir, el aliento y la vida con un beso, 
que me quitara el chaleco antibalas por voluntad propia, dispuesto a morir en manos del amor. Esperando la bala, pero que ojalá no jale nunca el gatillo.

lunes, 23 de marzo de 2015

Cactus

Tú querías hacerme creer que todo es perfecto. Y lo hiciste. Por instantes pensaba que todo era eterno y  que tenía el mundo bajo mis pies. La felicidad cabe en instantes, esos momentos suelen ser cuando alguien te besa o te abraza como si nunca antes hubieses derramado ni una lágrima. A mí siempre me ha gustado abrazar cactus, casi todos han pasado por alto que ellos también necesitan que alguien les haga sentir queridos. Por tener espinas, que pinchan todo el cuerpo, por eso todos se alejan. ¿Pero qué se dice de las propias? Sí, de todas esas que se nos fueron clavando o que alguien nos clavó.

A veces pienso que soy un cactus, tengo demasiadas espinas que nadie sabe apreciarlas, mucho menos amarlas. Me he detenido por un segundo y me he planteado que estoy en el lugar incorrecto cuando nadie quiere acercarse a mí, por el maldito miedo a herirse conmigo. Soy una espina larga, que puede llegar a la parte más oculta de ti. Empezando por tu corazón, y terminando contigo.

La locura es la cura para toda cordura. Vivir con excesos. Al límite. Amar a tope puede resultar doloroso, pero es lo que hay, al final del día. Si quieres puedes quedarte, pero si quieres una aventura con mayúsculas, pues te invito a enamorarte de un cactus, ellos sí saben amar, aunque inconscientemente te harán daño, pero ¿no se trata de eso? Si no hay heridas, es porque no has vivido.

domingo, 22 de marzo de 2015

Mi mejor caída fuiste tú

A veces me imagino sin ti
y me pongo a llorar como un idiota,
pero como un idiota que sabe por lo que llora,
y no por cualquiera.

A mí el mundo me da igual
desde que a ti te dio igual.
Nunca mueras,
o si mueres,
llévame en tu último suspiro.
No querré una vida llena de oscuridad,
porque tú eres la estrella 
por la que salgo todas las noches a ver el cielo,
a la cual le cuento todos mis problemas,
mis angustias, mis pecados y mis fantasías.

Recuérdame cuando me he olvidado de mí,
dame un beso de aliento para resucitarme
y abraza todas mis partes rotas.

Nunca he estando tan roto
como cuando te vi sonreír,
entonces sí supe lo que era un derrumbe:
lo único que se mantenía a flote, se hundió.
Jamás supe sobrellevar una caída como la tuya,
me gustó tu precipicio,
quizás por eso me siento tan borde.

Es una madrugada de un domingo cualquiera,
sigo pensando que, a lo mejor,
lo nuestro era tropezar una sola vez,
pero fue tan fuerte el golpe,
que todavía tengo raspaduras en los sentimientos.

Fue un placer haberte encontrado
cuando lo único que quedaba era desastre,
y más desastre,
y mucha devastación.
En el peor momento llega lo mejor.
La mejor persona,
la mejor casualidad,
el mejor accidente,
y mi mejor caída
fuiste tú.

No somos casualidades, 
nuestras narices chocaron por alguna razón. 
En el fondo sé que sucedimos
para recordarnos para siempre.

jueves, 19 de marzo de 2015

Nos echamos de menos juntos

Hoy ha vuelto corriendo para darme un abra(bala)zo, de esos que te alivian el dolor y a la vez también te hacen un agujero en el corazón. Ha vuelto a la oscuridad, me dijo, a buscar las estrellas que perdió al momento que empacó toda la noche y se la llevó consigo, pero olvidó las estrellas. La luna las echó de menos, y también le he dicho que ellas también la echaron mucho de menos, que incluso habían perdido ese brillo bonito que tenían, así que también decidieron marcharse de aquí. Ese fue el motivo por el que regresó: a buscar lo que había olvidado, sin embargo, todavía no se ha dado cuenta de que en su cielo ya no hay más de las mismas que perdió de vista. Ahora están al otro lado del mundo, algún enamorado las ha de estar viendo preguntándose si a quien echa de menos también las está mirando. Esa conexión invisible, pero poderosa que tiene el amor. 

Le invité a tomar champagne francés, mientras platicábamos sobre las cosas absurdas y sin sentido que rondaban alrededor del mundo, también hablamos sobre las vueltas que da la vida y sobre los lugares tan distintos a los que nos llevó el destino; él puede ponerte dos caminos enfrente, pero eres tú quien decide en cuál caminar. No quisimos caminar juntos nunca más, siempre nos preguntábamos qué había más allá de nosotros, ahora nos damos cuenta que, en realidad, no hay mucho por presumir; es más, son pocas las cosas de las que podemos hablar sin que nuestra voz no se note rota. Éramos dos ruinas que se negaban a colapsar juntas. 
 
Y ya está. Sólo quería decirles que su mirada había cambiado más de lo que alguien puede llegar a olvidar el motivo de su sonrisa cuando éste se ha convertido en una cicatriz.

Nos echamos de menos juntos. Pero es demasiado tarde para intentarlo una vez más, la vida no se detuvo a esperarnos mientras le daba la vuelta al mundo para abrazarla por detrás. Imagina lo bonito que hubiese sido si a mitad del camino nos hubiésemos arrepentido y no nos hubiese quedado de otra que salir corriendo al punto de partida para tomarnos de la mano y caminar en un solo camino.

miércoles, 18 de marzo de 2015

Fantasma

Dicen que uno siempre vuelve a los lugares donde amó la vida. A donde fuimos felices. Y yo amé la vida cuando estuve contigo. Eres mi lugar favorito de reencuentro, siempre hay algún atardecer que me recuerda a ti. No sé si me hiciste, pero fui feliz por el simple hecho de compartir contigo los atardeceres menos dolorosos de mi vida. A veces pienso que eso fue el sueño más bonito que nunca podré convertir en realidad, o algo así, porque a veces miro a los recuerdos y no te veo en alguno. A lo mejor me enamoré de un fantasma. De algo que no es visible para los ojos, pero que por dentro se siente algo parecido a la muerte. Eso es amor, o si no, no sé qué cojones sea. O no sé a qué le llamamos amor. Primero uno tiene que enamorarse de lo de adentro, de lo que vale la pena y de lo que es realmente importante. 

Mira, siempre que veo una estrella fugaz, mi primer deseo terminas siendo tú. Siempre. Creo que se convirtió en rutina.

Tengo días en los que el sol no me calienta, ni siquiera me cala la piel; quizás porque aún hace invierno en mí, todavía hay frío, hay escarcha en mis esquinas, tengo el vaho de mis ojos lleno de tu nombre. Todavía tengo la resaca de la noche en la que me dijiste que lo nuestro ya no funcionaría, que te ibas porque se te hacía tarde para llegar a la vida de otra persona. Me prendí un cigarro y desde entonces me dejo llevar por la vida, pero, aún y a pesar de todo, tengo la esperanza de que algún día este viento me lleve a ti. O te traiga a mí.

martes, 17 de marzo de 2015

La chica de la 233

Su cuerpo es una batalla constante, 
su lucha continua es frente al espejo, 
tiene el vicio de ver defectos donde no los hay, 
mira una silueta que luego va y se encierra en el baño con llave
y le dice a su madre que todo está bien, 
que no pasa nada, que no se preocupe; 
pero no lo está, esos ojos rojos confiesan la dolorosa verdad. 

Ella no lo sabe aún, 
parece que todos han olvidado recordárselo: 
que es parte de un gran sueño, 
que tiene tantos monstruos bajo esa sonrisa
que la luna muere por estar algún día con ella, 
que está en el plan de los lugares para que un día los pise

Llora después de medianoche, 
sabe que a esa hora nadie la escuchará atragantarse en su mar de lágrimas, 
sabe que a esa hora nadie le preguntará, ¿qué tienes? Porque odia dar explicaciones. 
Sabe que a esa hora nadie la mirará raro como si fuese de otro mundo, 
pero en realidad es de otro, es demasiado noble para ser de este.
Sabe que a esa hora nadie la escuchara con su voz partida en dos.

En su escuela se burlaron de su peso, 
le dijeron que acabara con su vida y que se hiciese un favor.
¿Ahora entienden por qué la llamo la más fuerte de todas? 
Porque ella sigue aquí, 
sigue luchando contra sus demonios, 
sigue aún de pie cuando la vida la tiró muchas veces, 
sigue bailando, a pesar de no tener música de fondo, 
sigue volando, a pesar de que le cortaron sus alas a muy temprana edad. 

Ella se duerme llorando
y se despierta fuerte,
se lava la cara
y sale vestida de ilusiones,
pero regresa a casa decepcionada del día. 
Y la he escuchado decir que también de sí misma. 

Las medidas perfectas saben de la existencia de su cuerpo, 
por eso se quedaron a vivir en él.
Doy por fe que aún no se ha dado cuenta,
porque la sociedad la ha dejado sorda y ciega.

No le hables de calma,
porque le gusta la tormenta,
ella espera a un chico que le dé un beso en la boca
para olvidar todas las copas que se ha tomado
intentando olvidarse de sí misma.

Sí,
ella
es la chica de la 233. 

lunes, 16 de marzo de 2015

La chica rock

Era la chica rock,
la que tenía a Oasis en la mirada
y a Nirvana en la sonrisa:
a veces quería desaparecer en una canción;
otras veces quería reconfortarse la vida,
los huesos
y el alma.
También estaba harta ya de dormir sola,
aunque le encantaba,
pero a veces decía que el frío le quemaba mucho.
Que las madrugadas a solas
es como enfrentarse a sí misma.
Que lo que ella quería era que le pidiesen
que nunca se fuese,
y que le dijesen que no sabrían enfrentar sus miedos
sino era con ella al lado.
Que les ayudase a pelear y a ganar o a perder guerras.
A matar monstruos.
Y a ver mil lunas llenas.

Por las noches jugaba con fuego,
se quemaba apagando velas con las yemas de los dedos,
se iluminaba con la sonrisa de un triste:
con esa magia que únicamente tienen esas personas rotas
que les ha ido mal en la vida.

Era la chica de la que se enamoraría cualquier poeta.
Musa de las peores canciones,
desastrosa y caótica.
Conocía la tristeza como la palma de su mano.
Hace y deshace la cama en un instante,
igual pasa con su vida
cuando la tiene armada:
tal parece que la destruye en un abrir y cerrar de ojos.
A lo mejor le gusta vivir en ruinas 
y le gusta estar rota como la voz de Kurt.

domingo, 15 de marzo de 2015

Espinas

Pienso más de la cuenta, todo lo hago excesivo, a un punto que termino destruyendo lo que trato de arreglar. Yo sólo quiero que alguien ame mis espinas, aunque entienda que hacerlo significa salir herido, malherido. Pero siempre he pensado que el tiempo a veces es una pérdida más en la vida, porque nos la vivimos esperando a que él cure nuestras heridas, cuando somos nosotros los que nos deberíamos de armar de ganas y de valentía para curarlas. Así como fuimos valientes para amar, también deberíamos de serlo al momento de enfrentar el desastre que quedó después. Y no llorar como unos niños que han perdido lo que sabían que, de tantas veces usarlo, un día se extraviaría y no lo volverían a encontrar nunca. 

Yo amo, por encima de cualquier oportunidad de mierda, siempre me ha parecido una bonita forma de demostrarles a mis sentimientos que todavía los sé usar. Aunque por los muy hijos de puta se tienen unas noches que duelen y no amortiguan ninguna caída. Porque sí, hay noches que se convierten en verdaderos infiernos para el que se queda esperando a quien se ha ido. Y qué triste que eso sea lo único que quede después de todo. Que nos convirtamos, de un día para otro, en desconocidos para quien nos conoce de memoria, para quien se ha memorizado nuestras cicatrices y sabe dónde están nuestros puntos débiles, pero sabe de sobra que nuestros puntos débiles están en alguien, y no en nosotros.

Me gustaría poder decirle un día a alguien que ha sido el mejor error que he cometido. Y sonreírle. Y abrazarle intentado decirle cuánto le echaré de menos si un día llega a irse, pero que ojalá nunca quiera hacerlo. Que se asome a mi abismo y que se deje caer como si yo fuese su mejor caída. Que si me toca, me hundo, pero que quiera hundirse conmigo hasta el fondo.

jueves, 12 de marzo de 2015

Plan A

Me voy para siempre. Hasta nunca.

Qué portazo el que se escuchó aquella noche mientras cerrabas la puerta con llave, porque sabías que, de lo contrario, hubiese salido corriendo detrás de ti. Lo único que me quedaba era verte alejarte como un día viniste aquí. "Olvídame", dijiste de último. Pero me dejaste tantas cosas para recordar. No se puede olvidar a alguien de la noche a la mañana, no se puede si llegaste a quererle hasta el punto de echar tus raíces en él y desear que nunca quisiese arrancarlas. Tú, al parecer, arrancaste las mías, ¿cómo hago yo ahora para arrancarme las tuyas? Y es que yo siempre he admirado a esos que pueden olvidar rápido, que no les duele nada y que no les importa en lo absoluto si les duele alguien.

A mí me dueles tú. A mí me duelen todas las conversaciones, todas las canciones que nos dedicamos, todas las películas que miramos juntos, todos esos lugares a los que voy solo cuando antes iba contigo, todas las llamadas hasta la madrugada, todos esos "sé fuerte, estoy aquí", todas y cada una de las cosas que gastamos intentando querernos.

Una herida se abrió entonces. Ya no pensaba, tampoco quería sentir, pero la vida suele pasar burlándose de ti cuando todo ha terminado, diciéndote: ¡Te lo dije, idiota! Y lloras amargamente. Las noches cobran un sentido nostálgico, echando de menos lo que no supo quedarse. No sé, siempre he pensado que, ojalá nos enamoráramos de alguien que supiese quedarse y que olvidase cómo irse. Que nos amara después de todo. Que creyera que somos capaces de salir de toda esta devastación que causó nuestra forma de amar: con fuerza y con golpe. No existe otra forma de amar sino demostrando que son tu oxígeno y tus ganas de seguir intentando salvarte de ti mismo.

También pienso que nos merecemos algo mejor que ir recogiendo lo que otros tiraron, algo más que las hojas de los árboles en otoño, algo más que ir pisándolas. Yo he cruzado océanos por personas que no intentan cruzar un charco para llegar a mí. Pero basta de lamentaciones, no puedo reclamárles por lo que hago yo por ellas, porque no puedo obligarlas. El problema de cuando las pones en el plan A, es que tú pasas a ser el plan B. Y no, esto no funciona así, debemos aprender a ser nuestro número uno y nuestro plan A ante todos, pero llega un día en el que deseas compartir esos primeros lugares con alguien más; sin embargo, tienes que asegurarte de que ese alguien también quiera compartir contigo los suyos.

lunes, 9 de marzo de 2015

Pedazos

¿Ves a ese chico al borde del precipicio? Ese de pelo negro y cortes en los sentimientos. Que grita y se desespera. Que mira al vacío tratando de encontrar lo que perdió. A quien perdió, perdón. Soy yo esperando que vuelva. Me la he pasado buscándola desde que se fue aquel abril, desde ese día odié algo de mí: mis manías, creo. Odié protegerla cuando no quería, odié salvarla cuando no quería ser salvada. A veces se enojaba y me decía que no quería volver a verme nunca más, porque era un chico que se apegaba demasiado rápido a la gente. Que no quería que me acostumbrara a ella. Jamás. Y supongo que ese fue mi único y mi más grande error. Mi mayor defecto. La alejé por mi miedo a perderla. Tremenda ironía. Fuertes golpes que da la vida cuando uno es inexperto en protección propia, pero cinta negra en proteger a los demás.

No, no dispares, ni siquiera quiero una vida después de ti.
Hace mucho que ya no acompaño a la felicidad a visitar todos esos lugares que nos faltó conocer, ojalá llegue pronto el día en que desempolve la sonrisa que tengo bajo la mirada. Es triste, ¿sabes? Acostumbrarse a alguien pasajero. Tú fuiste fugaz. A veces queriendo a alguien terminas rompiéndote más. Pedazos, eso es lo único que queda después de todo. Y más pedazos. Un montón de cristales rotos por dondequiera. Miradas tristes, medias sonrisas y la voz temblorosa. Manos frías y el corazón tratando de bombear sangre.

Lo que no alcancé a decirte fue que mi única manera de demostrar cuánto amo a las personas, es aferrándome a ellas. Como queriendo que se olviden del mundo y hacerlas felices por todo el tiempo que odiaron ser ellas mismas.

Si algún día la miras, por favor, dile que lo único que queda de ella es el cepillo de dientes que olvidó empacar. Que es el único rastro de su sonrisa. Que la echo de menos a gritos.

domingo, 8 de marzo de 2015

Precaución

Tengo heridas que llevan más de alguna de tus miradas, ¿cómo lo hiciste? No sé, pero cuando llegaste pareció que habías traído contigo la paz. Y ya ni siquiera supe recitarle a la tristeza la canción más hermosa del mundo, ni a pronunciar guerra sin que una sonrisa me delatara al querer empezarla contigo. En la cama. Yo espero que el tiempo no me solucione nada, quiero llegar a aprenderte de memoria, independientemente si eres herida o si eres cuchillo. Yo sólo sé que cuando quieres a alguien apretando los dientes, termina siendo la herida y el cuchillo a la vez.

¿Tú te quedarías después de haber visto todo lo que soy? Sé que suena aterrador y mucho más cuando le tienes miedo a la oscuridad, espero que sí, pero no importa si no sabes hacer otra cosa que no sea irte al ver todo este desequilibrio emocional que guardo dentro. Mi vida está llena de personas momentáneas y de momentos eternos. De amores fugaces y de pesadillas eternas. Espero que tú seas de esas que saben quedarse aún cuando el puente está en condiciones para cruzarlo. Que me mires como diciéndome cuán dura ha sido la vida para ti. Y ver ese brillo triste en tus ojos. Verte y darme cuenta que en ellos se refleja la misma soledad que en los míos.

Precaución, persona a punto de causar muchas víctimas


viernes, 6 de marzo de 2015

Ojalá nunca lo olvidemos

Ojalá nunca olvidemos que merecemos
a alguien que nos recite nuestro dolor
como haciéndolo arte;
que abrace nuestro caos
y que lo haga un poquito suyo también;
que aprenda a decir "me quiero"
antes de lanzar sus sentimientos como balas;
que escriba sobre lo que somos
y que lo vuelva a leer muchas veces
para sonreír como la primera vez.

Que nunca se nos olvide que todavía hay gente así,
que, en lugar de "ven", dice "voy";
que saca a bailar en una noche de mierda
y que nos recita nuestras cicatrices al oído.
A mí es que nunca se me ha dado bien eso de componer a los demás,
a mí se me da fatal eso de hacer felices a los que me rodean,
pero realmente llego a querer profundamente
al que se queda sabiendo que será una víctima más
y que yo seré la herida más grande de su vida
que nunca llegará a cicatrizar.
Y que no le importe en lo absoluto.
Y que, en lugar de irse, se acerque un poquito más,
dispuesto a sufrir las consecuencias.

A veces se me olvida que el sentido de la vida
reside en que unos labios me bailen confesándose adictos a mi piel 
y que me recuerden quién soy cuando he perdido el norte;
en que unos brazos me acojan como un hogar.
Que de cuerdo no tengo ni una pulgada,
pero mi locura rebasa los límites.
Amo,
entrego,
bailo,
me levanto.
Todo y sin límites.
Los límites para los que se conforman con mirar al cielo,
y no por ir a alcanzar una estrella.

Ojalá seamos la velocidad para aquel que le gusta la adrenalina.

jueves, 5 de marzo de 2015

Trastornos

Espero que rías tanto como puedas y que te rías de los demás también. Y de ti mismo y de tus tropiezos. Y de tus caídas.

Y que no te importe nada, en lo absoluto. Ni las raspaduras, ni las heridas, ni las cicatrices.

Espero que, buscando otras cosas, tropieces con imposibles que te inviten a alcanzarlos. Que no desesperes por las cosas que aún no llegan y que les falta mucho por llegar, porque a algunas cosas hay que tenerles mucha pero que mucha paciencia porque terminan siendo las mejores. Anda, vamos, tú puedes salir de ese agujero del que te encuentras desde hace muchos años ya: brinca, rasguña las paredes tratando la manera posible de despedirte de una puta de vez de la anorexia, de la bulimia, de la depresión, de todos estos malditos trastornos. Sé tu propia guía y tu propio maestro, aprende de las malas rachas de la vida, de los amores que terminaron matándote, de esas personas que te dijeron que no valías nada, de esas veces en las que te sentiste solo en medio de un salón de clases. Que como tú, yo también tengo una historia que contar a los demás, pero siempre hay que buscarle el lado bueno a las dificultades para enseñárselas luego a nuestros hijos, para que luchen y no se queden estancados.

Sé que es difícil, te entiendo, créeme. Pero, ponte a pensar, ¿vale la pena estar así por una sociedad en la que un físico se antepone a una personalidad preciosa? Yo siempre he pensado que las mejores personas son las que más sufren. Como la mayor de las ironías.

Salta de un paracaídas, de tus propios miedos e inseguridades. Sé esa sonrisa que concluya diciendo: "Yo salí de toda esa mierda. Y aquí estoy". Y aplaudirte. Y sentirte orgulloso por la gran victoria de haber salido de ese maldito infierno. No te cortes nunca más, cada pulgada de tu piel es preciosa.
Párate frente a un espejo y dile a quien se refleja ahí lo importante que es y de lo terrible que sería del mundo sin él. Que sin ti el eje no tendría sentido nunca más, quizás no para los que no te conocen, pero sí para los pocos que te quieren tal y como eres y que no pretenden otra cosa que no sea tu bienestar. Y son los que verdaderamente quieren que salgas adelante, pero no saben cómo ayudarte, cómo salvarte si tú no quieres ser salvado. Déjate salvar, ¿sí? ¡Sálvate! ¡Lucha! ¡Inténtalo!

Espero algún día encontrarte al final de todo este desastre, porque tú mereces más, mereces toda la felicidad que se te ha sido negada. Abrazarte como solamente una persona que ha estado igual que tú podría hacerlo. Y hablar sobre las recaídas que sufrimos en el camino, pero que, al final de todo, supimos salir adelante.

Sigue bailando, ¿quieres?

martes, 3 de marzo de 2015

A ver qué suicida decide saltar en mí

Llueve en mi habitación,
aquí adentro hace mucho frío,
es invierno porque decidí mirar nuestras fotografías otra vez,
la lluvia nunca llegará a calar como lo hiciste tú:
hasta el alma,
hasta el fondo,
como lo que se tatúa sin la necesidad de ser tatuado.

Qué bonito llegan a calar algunas ausencias,
tomándonos de la mano cuando todos duermen,
sufrimos de insomnio constantemente,
pero maquillamos nuestras ojeras con una sonrisa
para despistar al más sensato.

Llueve, aquí, donde hay huellas que comprueban que un día estuviste,
intento dormir, pero aún me persigue tu recuerdo,
no sé si soy yo
pero te he puesto música de fondo;
triste, por cierto.
Lo cierto es que, querer olvidar a quien te aprendiste de memoria,
duele muchísimo más que lanzarse desde el puente más alto
y sobrevivir a la caída.
Espero que nunca llegues a sentir lo mismo que siento yo por ti desde que tengo que mojarme solo en este lugar donde compartíamos tormenta.
Nos besábamos
y reímos como dos niños que se niegan a entrar a casa,
importándoles poco el resfriado de después
y soportar los "te lo dije" de mamá.
Siempre he pensado que de eso se trata la vida:
de estar al lado de alguien con quien podemos ser nosotros mismos
y volver a ser felices como un niño con sus raspaduras en las rodillas,
y no con un corazón roto.
Que lo que se cuide sea lo de adentro.

Yo quería ser tu mano derecha,
jamás tu cero a la izquierda.
Hay que acostumbrarse a mirar a distancia el precipicio
para luego saltar sin pensar en las consecuencias,
en los huesos rotos.
Qué sé yo.
El día que alguien se asome a mi abismo
y decida dar un salto suicida,
ese día lo abrazaré y lo arroparé con mi alma.
A ver qué suicida decide saltar en mí.

lunes, 2 de marzo de 2015

Infierno

Es que quién no hubiese perdido la puta razón al verla
a ella,
ahí,
donde con frecuencia acude cuando está perdida
o cuando siente que todo está perdido.
Cuando da unos pasos antes de desvanecerse
y trata de levantarse luego,
o al menos, lo intenta.
No le gustaría ser encontrada,
por eso siempre se esconde bajo la oscuridad,
pero, de vez en cuando, se le escapa una sonrisa al acordarse de aquel chico,
sí,
de ese que le roba el sueño y que tiene su nombre tatuado en las ojeras.

Es una chica triste que le cuesta mucho sonreír,
por eso su sonrisa no es muy común de verla a diario,
pero cuando la saca
parece que las estrellas tuvieran envidia de su luz
y el cielo quisiera tenerla arriba.
Es una nube que a veces se suelta a llover,
relampaguea,
truena,
se desmorona,
se parte en dos en un estruendo.
Para.
Y después sigue su ciclo:
el de conservar agua;
lágrimas, en su caso.

¿Quién soy, de dónde vengo y adónde voy?, se pregunta antes de dormir.
Se come la cabeza,
le da vueltas a todo
tratando de encontrarle un sentido a lo que no tiene uno,
pero así se pasa toda la vida.

Ha querido comerse el mundo,
pero con el tiempo ella se está dejando comer por él,
no le van las medias tintas,
es todo o nada,
que si te vas, que sea para siempre;
que si te quedas, atente a las consecuencias.

Es rubia,
en los labios tiene el color del infierno
que nunca nadie le ha visto quitarse,
supongo que la sacaron de ahí
y que su demonio favorito
soy yo.

domingo, 1 de marzo de 2015

Parecía, pero no era como las demás

Es de las chicas que desatan tormenta en medio del desierto,
de las violan las leyes de la naturaleza y del universo,
de las que te quitan muchas cosas,
entre ellas:
el sueño,
el oxígeno,
y la vida, de último.

Ruge como una leona cuando es por defender lo que ama,
da zarpazos a quien intenta destrozarla.
La he visto hacerse polvo en pleno invierno.
Por las noches la veía ponerse sus bragas favoritas,
se quitaba la ropa y bailaba frente al espejo,
aparentaba ser una actriz de Hollywood de los años 70.
De pronto, se ponía a llorar,
el rimel se le corría por sus mejillas,
como llorando toda su oscuridad,
pero, de repente, también se ponía a reír como una loca.

Lloraba como reía
y reía como lloraba:
con la misma intensidad.
Y qué duro es llorar con la misma fuerza con la que ríes,
pero qué bonito es reír con el mismo grosor de la tristeza.

No sé,
no lo sé,
ella a simple vista parecía como las demás,
pero no era como las demás,
guardaba algo dentro de sí misma que la hacía mágica,
única entre las otras,
una noche me reveló su secreto:
me dijo que era fuerte, pero no dura;
es decir, que no intentaba ocultar sus sentimientos,
porque no era de piedra ni quería serlo tampoco.
Siempre le buscaba el lado bonito de las cosas.

Era tímida,
casi no hablaba con nadie,
pero cuando lo hacía
parecía que su boca era la encargada de traer la primavera.