miércoles, 24 de junio de 2015

Soy yo, en un mismo cuerpo

Todos los calendarios que quemé 
cuando necesité de tus besos, 
los incendios a los que me aferré 
cuando eché de menos tu boca, 
los clavos que me ataron de pies a cabeza 
y me impidieron gritar lo que sentía 
en el momento 
y cuando finalmente pude sacarlo:
fue demasiado tarde. 
Ya nadie creía en mí, 
ni en mis palabras 
ni en mis versos.
Ya nadie estaba esperándome con los brazos abiertos, 
todas las puertas se me cerraron de un portazo 
que tambaleó mis cimientos
y mis raíces tuvieron miedo. 

Después de ciertos abrazos, 
a mitad de un aeropuerto, 
no volví a ser tan completo 
-como presumía-. 
Pero vuelvo a hacer de las mías, 
llamándote a mitad de una canción.

Pero una noche hasta los cuervos 
tuvieron miedo, 
hasta la oscuridad tembló 
cuando supe quién era. 
Ya no volví a ser el mismo entonces, 
me dediqué a buscar, en el mismo camino 
donde perdí mis partes, lo que era. 
Pero es contradictorio suplicar besos 
si tú ya no quieres que te muerdan, 
porque hasta esas mordidas te hacen sangrar. 

Las veces en las que te leí 
en la madrugada, 
fueron las que me hicieron sangrar 
desde las grietas 
y me hicieron darme cuenta 
de lo perdido que había estado 
antes de que tú llegaras. 

Soy turista de la vida, 
de los azares del destino 
y de los caminos que me llevan a ti. 

Soy naufrago del mar interno 
que llevas en tus ojos 
y de la musa que se hace llamar soledad. 

He comprendido a la vida cuando he visto a mi madre reír, 
pero la he odiado cuando hizo invierno en sus ojos. 
Yo echo de menos a mi hermana libre
a la que no está atada a ningún pensamiento 
ni a rutinas. 
Tengo fe en que algún día volverá a ser la misma de antes, 
esa que se enojaba y maldecía ser infeliz, 
la que soñaba con ser algún día escritora 
y volar como un colibrí.

He visto caer tronos, reinos y palacios 
que juraron que nunca caerían; 
y he visto resurgir desde el desastre 
a la ciudad menos poblada, 
y a la vez, 
la más hermosa. 

También he visto cómo,
algunas veces, 
son las piedras las que comienzan a tropezar contigo, 
a lo mejor es que se sienten demasiado solas 
y buscan, por lo mínimo, que alguien logre sentirlas. 

Chicos, qué sé yo, 
si lo tengo todo teniendo nada 
y tengo nada teniéndolo todo.

Brian, 
Estuardo 
y Benjamín 
en un mismo cuerpo. 
He sido Brian, el acosado y el marginado de la vida, 
el que se encerraba y soñaba con brillar como una estrella; 
Estuardo, el hijo perdido que nunca supo encontrar su lugar en el mundo; 
y Benjamín, el que escribe sobre la tristeza de los dos chicos anteriores.

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