lunes, 15 de junio de 2015

Una chica en llamas

Era de las que lo apostaban todo aunque sólo tuviesen empacada la sonrisa en la maleta rumbo a ninguna parte. Cogía el tren, pero no le importaba el dónde, porque simple y sencillamente era de las que, así les pasara la vida por la cara, no se molestaría en mover un dedo para saludarle. Más bien, era de las que le meterían una patada en el culo y saldrían corriendo y le gritaría a lo lejos "¡jódete, puta!". 

La gente dice que la han visto en lugares de mala muerte, pero qué sabrán si no conocen ni siquiera uno de sus mayores miedos, que es, ser olvidada. Odia el olvido, yo nunca podré borrarla, aunque quisiera hacerlo. Pero eso, ella no lo sabe. 

La vida es un camino donde encuentras a muchas personas, pero sólo las mejores suelen quedarse. Pero algunas lo hacen, no porque quieran, sino porque no quieren ser una molestia. Y dicen que irse a tiempo es evitarse ser una lágrima en cualquier noche de recuerdos.

Y yo, que fui naufrago de sus peores noches en vela, puedo declarar estado de emergencia y calamidad.
Se ponía a llorar como si nada en el mundo le hiciese sentir bien.

Y cuando yo caía en sus redes, era imposible salir después. Tenía que arañar, rasguñar y gritar desde el vacío. En su corazón tenía un frío insoportable, tanto que llegó a quemarme. Me dejó carbonizados los sentimientos.

Una chica en llamas.

Joder, está rota. 
Lo digo porque toqué fondo en ella. 

Le hicieron muchísimo daño, ahora ya no sabe mirar a los atardeceres sin una sonrisa de por medio, sin que su mirada no refleje el dolor que tanto le cuesta sanar. 

A veces, casi siempre, un minuto a su lado se recuerda por años. Porque sabe a eternidad.

Era magia pura, sin hechizos ni trucos, hizo que mi alma perdida encontrara el valle en el que andar descalzo por las madrugadas, buscando rastros de lo que un día fue. Pero lo que ya pasó, desgraciadamente, no vuelve a ser dos veces.

Se condenó a pasar sus días echando de menos, porque le dieron a elegir entre quién duerme y quién se jode la noche recordando.  Y ella, siempre fue fiel al recuerdo, aunque se muerda los dientes al ser eso que el viento se lleva. Pero prefiere ser la que la olviden, a olvidar.

A mí me gustaría cruzarme, en más de alguna ocasión, con su mirada. Ver que no ha cambiado, que sigue siendo la misma chica que le gusta aterrizar en brazos, y que reparte besos al mundo. Y abrazos. Y mucho, pero que mucho amor por delante de sus miedos.

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