jueves, 25 de junio de 2015

Zaragoza

Hacer daño puede resultar la cosa más sencilla del mundo; 
lo realmente difícil es reparar el desastre de después, 
las sonrisas tristes
y los ojos nostálgicos. 

Yo echo de menos a Zaragoza.

Echo de menos a mi abuela 
y a mi tía que murió de cáncer. 

De un tiempo para acá 
me encargo única y exclusivamente 
a ser destrucción 
cuando no tengo a nadie alrededor. 
Por las noches me pongo a llorar
como un loco empedernido 
y grito salvajemente al puto incendio 
que convirtió en cenizas 
lo único que amaba 
y por lo que hubiese metido, no sólo las manos, 
sino hasta el alma al fuego por ello.

Echo de menos el sonido de la risa 
de mi abuelo que no puedo abrazar a diario, 
porque tengo varios kilómetros atravesados 
que me impiden hacerlo, 
a veces ríe por teléfono 
y me pregunta cómo estoy
y se me hacen nudos en la garganta. 

Lo cierto aquí, es que,
daría hasta la más diminuta de mis sonrisas 
por ver sonreír a mi madre 
y que le vuelvan a brillar de nuevo sus ojos. 

Ojalá pidiendo con todas las fuerzas de la química
regresara todo lo que echo de menos: 
los días donde el sol calentaba, 
las risas por un chiste muy malo,
las cervezas de un viernes por la noche con viejos amigos, 
las conversaciones hasta la madrugada, cara a cara, 
sin la necesidad de utilizar móvil. 

Parte de mis momentos más felices 
los he vivido contigo, 
y por eso te los debo a ti. 
Algún día, 
o en algún rincón del mundo 
donde podamos ser nosotros 
sin escondernos bajo un disfraz, 
te diré que te quiero como nunca he querido a nadie. 
Y nos tomaremos de la mano,
nos arroparemos las esperanzas 
y que, por fin, el frío de adentro saldrá 
y solamente será un clima más 
que me recordará cómo estuve en algún tiempo. 

Y caminaré, 
no sé adónde, 
pero contigo. 
Y ya no me importará el dónde 
porque mi lugar favorito siempre has sido tú, 
pasarán las estaciones
los meses, 
e incluso los años
antes de que vuelva a ser yo 
-el mismo de siempre-, 
pero nunca me hagas quemar quién soy, 
porque dentro de unos años 
también seré 
el chico del ayer.

Muchas veces olvido la razón
el motivo que me hizo volverme agresivo con el corazón 
y se me hace añicos todo por dentro, 
la razón me aconseja que me tranquilice, 
pero cómo hacerlo si tengo a alguien que me mueve 
cielo, 
mar 
y tierra 
sin siquiera estar. 
A lo mejor eso es a lo que verdaderamente llamamos amor.

2 comentarios: