He conocido a mucha gente, por desgracia,
ninguna se parece en lo más mínimo a ti. He intentado buscarte en otras
personas, en otros labios, en otras miradas, en otras camas, en otros lugares;
pero no logro encontrarte. Me he refugiado en nuevos sentimientos, aunque por
dentro esté un poco muerto. Los amaneceres sólo me recuerdan algo: que no estás
aquí. Las estaciones del año pasan demasiado rápido y yo todavía te espero en
cada una de ellas, aunque de distinta forma: ya no espero a que vengas. Espero
que nunca sepas la diferencia entre una cosa y la otra. Yo por ti he roto
cualquier rutina impuesta, cualquier sonrisa triste, cualquier raíz que me ata
a otra gente, a otras circunstancias, a otros momentos, a otros otoños. Con los
años me fui dando cuenta de que el tiempo no cura nada, sólo te aumenta el
deseo de querer que ocurran de nuevo algunas personas, pero en el fondo quiero
que duelas siempre, y no es por masoquismo, es porque alguna gente tiene que
doler lo suficiente como para que algún día sea aquel recuerdo que, cuando
necesitas a alguien, esté aún latiendo. No olvidemos que el dolor es, en
ocasiones, el único recuerdo.
Es tan bonito que creo que estoy a punto de llorar.
ResponderEliminarGracias por este texto que nos has regalado y gracias por permitir que te siga doliendo para convertirlo en arte.
Un beso,
María